miércoles, 23 de diciembre de 2015

×


Debe ser eso, que carezco de sentimientos. Que lo vengo avisando de hace tiempo; pero nunca llegué a pensar que fuera tan monstruo.
Que sí, que me importa una mierda hacer daño. Que sólo soy una sombra, en el lado más oscuro de la luna. Irónico, ¿no?
Quizá es eso. Que manejo dos caras y no sé cómo controlarlas. Que me arrepiento muy poco y la cago muchísimo más. Que soy yo la que duerme bajo la cama. Que soy yo la mala influencia de las que papá y mamá intentan alejarte. Que deberían encerrarme por insana. Proteger al mundo de mis garras. De romper todo lo que toco.
Y sí, quizá exagero un poco. Que al menos conservo un poco de cordura, por eso de que no salgo a la calle y vuelvo con sangre en las manos. Que por lo menos tengo salud, y ni eso.
Que me resguardo bajo mil vicios. Que le canto sonatas de invierno a mis demonios:

"Después de una noche en lucha con el pecado y el insomnio, nada purifica el alma como bañarse en la oración y oír una misa al rayar el día. La oración entonces es también un rocío matinal y la calentura del infierno se apaga con él. Yo, como he sido una gran pecadora, aprendí esto en los albores de mi vida, y en aquella ocasión, no podía olvidarlo".

Que sí, que tampoco es que esto venga a cuento. Que yo subí a aquel taxi porque Madrid me estaba ardiendo. Que le contaba historias de odio a los folios porque esto de ser horrible por dentro no importa una mierda cuando eres bonita. Que la gente prefiere amor, pensar que todo es bello. Que nada les aflige. Vivir en su mundo de mierda. Ignorar que la vida es una jodida puta.
Y así vivo yo, ignorando que soy un monstruo. Que arraso con todo aquello que toco, que debería proteger. Que ni siquiera me importa.
Así que cojo el folio como si fuera un arma y aprieto el gatillo.
Total, ser o no ser es algo que ya no recuerdo. Quizá lo fui antaño y ahora me estoy pudriendo. Que madurar es empezar a pudrirse y a mí ya me están comiendo los gusanos. Que no les di tiempo a ser mariposas y de haberlo sido alguna vez, las habría quemado. No hay quién viva en esta sombra. La luna ya no me deja aullarla y a mí ya no hay quién me soporte.

Debe ser eso.

martes, 15 de diciembre de 2015

Remember us.



Antes de seguir escribiendo, quería comentarte algo.
Verás, las últimas mil veces que hemos hablado, la cosa ha terminado con una serie de silencios en los que yo digo algo, y después otra cosa para modificarlo, y luego me disculpo en cierto modo, y después lo retiro de cierta manera.
Esto sería divertido si nos basásemos en una escena de Mia Wallace y Vincent Vega; divertido las primeras veces, pero no tendría por qué ser así, porque yo debería ser capaz de marcharme diciéndote: “Que tengas un buen día, ya nos veremos”.
Es evidente que me esfuerzo en buscar algo que decir, y después lo justifico entre silencios. Debería dejar de disculparme por ser extremadamente analítica acerca de esto, aunque realmente lo siento (no por ti, sino en un sentido más profundo, ¿sabes? Lamento mi desorden mental y ser quien soy. Hago lo que puedo, menos chutarme heroína para cambiarlo, pero tengo cierto pánico a las agujas y muy bajo presupuesto).
Es obvio que la dinámica de las relaciones sentimentales nos fascina a ambos, y que los dos pasamos por lo mismo en cierto modo, y cada uno por su parte.
Está claro que me gustas mucho. Pero no de una manera opresiva obsesiva (bueno, puede que sí), ni en plan “acabo de ponerme cachonda mirando una foto tuya”, sino de la manera que me estoy desviviendo para que formes parte de mi vida, o para averiguar adónde nos lleva esto.
Semanas antes de conocerte hablaba sobre que sería una novia horrible en este momento de mi vida (y en cualquiera de ellos).
Me siento bien contigo, y me intriga la posibilidad de compartir contigo cierto tipo de preocupaciones con regularidad (Inciso: quería estar contigo, luego me producía una sensación de vacío; que odiabas todas las canciones que a mí me gustaban; y a veces, me aburría tanto que provocaba discusiones con el fin de experimentar la sensación de estar a punto de perderte). Debido a la distancia que recientemente nos separa, esto no va a poder suceder de un modo natural, y debido a que yo soy como soy, me cuesta hacerme a la idea.
Y es por eso que intento averiguar si te veré cuando vuelvas a casa, o si piensas en mí cuando te la cascas (de ti me espero cualquier cosa), o hasta qué punto estás dispuesto a complicarte la vida.
El día que nos conocimos, cuando me dijiste que me reuniese contigo en aquel parque, estaba convencida de que cuando llegase me habrías tomado el pelo y te habrías ido a algún otro sitio. Eres tremendamente impertinente.
Cuando empezamos a mandarnos mensajes; los míos eran largos y recargados en un intento de demostrarte lo retorcido que era mi sentido del humor y lo mucho que sabía sobre “todo en general”. Los tuyos eran breves y en ellos se podían leer nada y todo a la vez, porque siempre tenías la palabra adecuada que decir.
El día que intentaste besarme y yo me hice la difícil (para acabar cambiando los roles), mantuvimos nuestra versión de una amistad hasta que, al final, nos besamos en el parque de aquella urbanización y luego quise comerte a besos en las escaleras que subimos hacía no recuerdo dónde. Me decepcionó lo mucho que sabían a nicotina tus labios y lo callado que te quedabas cuando tenías una erección. Todo esto fue seguido de meses de encuentros sexuales esporádicos y que a menudo me ocasionaban quebraderos de cabeza sin sentido.
Pasabas de mí durante semanas y durante ese tiempo bebía y fumaba mientras te odiaba imaginando que vendrías a disculparte y todo volvería a ser el sin sentido de antes.
Y tú estúpida confesión de ser completamente iguales.
Cuando empezamos a hablar más sinceros pensé que aumentaría tu “respeto” hacia mí, pero lo único que conseguía era más tiempo para finalmente volver a escabullirme esperando que nadie me preguntase adónde iba, porque me vería obligada a mentir.
Lo hicimos una vez más antes de volver a la misma puta incertidumbre de siempre; pero mi corazón ya no está por la labor, si es que mi corazón lo había estado antes. De haber escrito esto entonces, habría adornado un poco la historia. Habría escrito sobre lo incomprendido que eres y que únicamente estabas triste, asustado y que te sentías solo. Me habría reído al describir todas las extrañas libertades sexuales que dejé que te tomaras conmigo y tu general inmadurez (como tu estúpida manía de acabar de follar y ponerte un cigarrillo en la boca como cualquier actor en una película dirigida por Clint Eastwood o Quentin Tarantino, con una pose de haber terminado bien tu “trabajo”). Antes de entrar a tu casa, siempre me recordaba a mí misma que no era precisamente ahí donde se suponía que tenía que estar, pero las paradas en boxes están permitidas en la carretera de la vida, ¿verdad?
Me consideraba a mí misma una especie de chica privilegiada con baja autoestima que era afortunada por compartir una pequeña parte de tu mundo y sentir que nadie más había entrado en él y que por esa razón no me considerarías una más que se conforma con sus relaciones de apoyo y con sus típicas historietas de amor.
Haríamos como Sid y Nancy y nos negaríamos a sentar la cabeza por el statu quo. Nosotros seríamos “guais”.
No siempre fue fácil vivir dentro de mi cerebro.
Aun así, no conseguí entenderlo. Tú estabas ocupado con tus “otras cosas”. ¿Por qué seguía llamándote? Supongo esperaba que cambiases tu manera de ser; que me hablases claro de una vez sobre lo que esperabas de mí, incluso en nuestros peores momentos.
Confieso que, a pesar de sentir curiosidad ante esta nueva dinámica de falta de respeto, en el fondo no quería que todo ocurriese así. Hacía que me sintiera silenciada, sola y como si fuese una persona distinta a la que soy; una sensación que considero el punto más bajo de la miseria humana, a la altura de las náuseas extremas sin vómitos.
El final nunca llega cuando uno se lo espera. Siempre viene diez pasos después del peor momento, y luego da un giro extraño a la izquierda. No sé, siempre he pensado que los amigos pueden follar si no se besan, a lo Pretty Woman.
El último día me dejaste ser yo misma, después me puse de los nervios esperando una disculpa que nunca llegó. Creí que era lo bastante lista y lo bastante práctica como para distinguir entre lo que tú me hacías sentir que era y lo que realmente sabía que era.
Creía que era totalmente capaz de ser tratada con una indiferencia que rayaba en el desprecio al tiempo que mantenía una fuerte sensación de amor propio.
Obedecía tus “órdenes”, convencida de que podía interpretar este papel al tiempo que protegía ese lugar sagrado dentro de mí que sabía que merecía algo más. Algo diferente. Pero no es así como funciona. Cuando alguien te muestra lo poco que significas para esa persona y tú vuelves a por más, antes de que te des cuenta empezarás a significar poco para ti mismo. Que te traten como una mierda no es ningún juego divertido ni ningún experimento intelectual transgresivo. Es algo que aceptas, que consientes y que acabas creyendo que mereces. Y te escribo esto porque supongo que tú has sentido lo mismo; pero yo intenté hacerlo complicado. Me dije a mí misma que yo me lo había buscado. Después de todo, nunca me dijiste que la cosa fuese en serio. Me dejaste claro desde el principio que eras un caso perdido y que decías las cosas como eran; aunque realmente nunca expresaste nada que me diese a entender que no era lo que buscabas. Y siempre volvías. Nunca prometiste que me llamarías.
Pero también creo que, cuando iniciamos una relación íntima, hacemos la promesa humana básica de ser honrados, de ser respetuosos mientras nos exploramos el uno al otro.
¿Cómo es posible que a alguien que le importa tanto la justicia social le importen tan poco mis sentimientos?
Lo que quiero decir es, que la vida es una mierda, que ya nadie puede fiarse de nadie, pero que yo te he demostrado que lo mío no es un capricho de niña pequeña, que puedo llegar a ser un maldito coñazo de cojones y que no voy a parar hasta obtener una maldita respuesta.

PD: Si no tienes nada que responder, será una especie de justicia poética increíble. Y, sobre todo, siento que este mensaje sea tan poco divertido.
PD1: Cuidado con las taquicardias. Coge aire.

lunes, 7 de diciembre de 2015

love will tear us apart, again #2



Llevamos cinco minutos en silencio, la música del garito se escucha cada vez más al fondo y empiezo a tararear el ritmo. Noto sus ojos clavados en mí, esperando una respuesta a su presencia, pero estoy tratando de convencerme, de ignorar que esto está pasando y que yo lo estoy permitiendo.
- ¿Vas a decirme algo, hija de la ruina? - rompe el silencio con esa forma suya. Y yo finjo no escucharle. - Laura - me coge del brazo y se pone frente a mí.
Yo me he parado en seco y le miro los cordones de los zapatos. Quito mi mirada un segundo y vuelvo a sacar otro cigarrillo. ¿Qué coño espera que le diga?
Alzo la mirada y le observo en silencio. No sé si porque le odio tanto como le quiero, o porque llegado el momento el alcohol me da sueño. De una forma u otra, sé que no estoy para sus juegos.
- ¿Estás bien? - está gritándome. Le oigo gritar de fondo, y sin embargo le tengo frente a mí. - Laura, qué coño haces, levántate.
¿Qué coño dice? Aparto los ojos de su mirada y se vuelve todo negro.

Según abro los ojos, las imágenes empiezan a hacerse nítidas y ahogo un grito. Los muebles, la cama, los pósteres. Todo empieza a parecerme familiar. De repente recuerdo estar con Héctor en la calle y miro bajo las sábanas. No estoy desnuda, pero llevo calzoncillos y una camiseta que no es mía.
Veo los libros en la estantería y sonrío recordándolo todo. La habitación está a oscuras y sólo se ve un poco por la luz que deja entrar los recuadros de la persiana. Busco la puerta y la abro.
Una bofetada de luz me cierra los ojos.
- ¿Héctor? - susurro lo más fuerte que puedo mientras sigo caminando.
Llego al salón y le veo durmiendo en el sofá. «Menudo payaso», pienso.
Voy a la cocina y me hago un café. Me lo pienso dos veces antes de hacerlo, y le preparo un vaso de leche a él también. Llevo todo en silencio al salón y lo pongo sobre la mesa.
Me he quedado de pie frente a él, le miro. Su pelo rizado despeinado sobre sus mofletes. Lo tierno que parece mientras duerme.
Tomo mi café y vuelvo a la habitación a hacer la cama. Encuentro mi ropa sobre la silla y me cambio, busco en su mesilla un papel y un boli. Lo tiene todo desordenado, lleno de cajetillas de tabaco vacías y ceniceros llenos de ceniza y colillas. Los libros apilados unos encima de otros, los discos de Joy Division y esa estúpida hucha de c3po.
Por fin veo papeles donde al parecer ha estado escribiendo. Ignoro todo aquello y cojo un papel en blanco y escribo un simple y grotesco «gracias». Lo pongo sobre la cama y hecho un último vistazo al salón, sigue allí tal y como lo había dejado.
Cierro la puerta y me largo.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Escondite #1



Giro mi cuello y miro a lo lejos. El bar está abarrotado de gente y yo ya estoy empezando a agobiarme. Miro al camarero y los dos asentimos, como si nos leyésemos las mentes, como si ya me conociera.
De fondo suena Boikot y el futbolín le hace el ritmo. Mis ojos buscan algo de tregua alrededor, y de repente, el camarero trae mi Jack Daniel's. Pago a regañadientes los 7€ y disfruto del capricho que acabo de ofrecerme.
Llevo como diez minutos agitando mis piernas. Esta ansiedad acabará matándome. Mordisqueo mis labios por dentro y de vez en cuando noto un sabor a sangre que disimulo con un trago de Jack.
Empiezo a pensar. Intento recordar quién soy, qué estoy haciendo en ese sitio.
Remuevo los hielos con los dedos y me los chupo, alzo la mirada y mis ojos entran en contacto con los de Héctor. Un chico moreno con los ojos verdes, delgado, por la droga. El flaco que me dejó el corazón hecho pedazos en septiembre. El hijo de puta que llegó a desnudarme sin quitarme la ropa, y me dejó allí. Congelada. Sin coraza.
Bajo la mirada y finjo que me importa una mierda, que ni siquiera me he dado cuenta. Pero es demasiado tarde, ya he esbozado una sonrisa tímida y él me ha visto. Él siempre lo sabía todo. Incluso antes de que yo lo pensara siquiera, él ya sabía lo que iba a decir. Me tenía calada hasta los huesos y yo, un año después, aún desconocía todo su ser. Y quizá era eso lo que no me dejaba dormir por las noches.
Bebo todo lo que me queda de un trago y me levanto del asiento. Los hielos chocan con mis paletas y un frío recorre todo mi cuerpo. Me pongo la chaqueta y salgo del garito.
Me abro paso a empujones y lo escucho. Oigo su voz pronunciando mi nombre y noto cómo se me encoge el corazón. Llego a la puerta y apoyo todo mi cuerpo para poder abrirlo. No tengo fuerzas, ni ganas.
Saco un cigarrillo y me lo coloco entre los labios, busco mi mechero, pero no lo encuentro. Empiezo a maldecir en voz alta.
- Toma, pequeña. - una llama aparece frente a mi cigarrillo. La acepto sin rechistar mientras miro a sus ojos. Tan verdes y tan tristes como recordaba. Noto como se alegran de verme y eso me estremece aún más.
- Gracias. - respondo con una apatía que roza la estupidez, y me vuelvo dispuesta a marcharme.
- No vas a cambiar nunca, ¿verdad?
- ¿Qué quieres, Héctor? - Menuda pregunta más estúpida, ¿qué va a querer? lo de siempre, mi corazón en bandeja, su tregua entre mis brazos, que le afloje la camisa de fuerza, y sabe que estoy dispuesta a hacerlo; "márchate", me repite mi sentido común. "Quédate un poco más" me dice una mezcla de orgullo y curiosidad.
- ¿A dónde vas?
- A casa, estoy cansada. Me alegro de verte. Adiós. - Digo casi sin dejar pausa entre una frase y otra.
- Te acompaño.
- ¿Estás de coña? - Digo, sabiendo que él nunca está de coña. Miro sus ojos y antes de que pueda mediar palabra alguna asiento - En fin, si te hace ilusión.
Y esbozo un suspiro lleno de humo. Siento el calor de su cuerpo caminando junto al mío y no dejo de mirar al suelo, evitando cualquier contacto con sus ojos. Evitando perder la poca cordura que me queda y esperando que aquellas copas de más no me jueguen una mala pasada ahora.

jueves, 26 de noviembre de 2015

cualquier cosa menos lo que tengo que hacer


Cierro los ojos y me paro a pensar,
que me pesa el mundo entre los dedos y no tengo dónde sostener toda esta mediocridad y miseria.
Miro a mi al rededor y nadie habla. Estoy sola y esto pesa demasiado.
Así que, me paro, porque no puedo más.
De nada sirve estar ahí, sin más, cuando todo pesa igual o incluso el doble.
Me muevo. Nada cambia.
Cierro los ojos; ¿cómo lo hago?
No tengo ganas, no tengo fuerzas. Mis ojos quieren humedecerse pero aquella niña creció creyendo que eso era de inmaduros que no sabían solucionar sus problemas y, ella no quería ser una de esas. Así que, por suerte o por desgracia; no lloro.
No siento.
Recuerdo tus ojos y echo de menos tu voz. Yo, que ya creí haberte superado. La miro a ella y sé que yo nunca seré suficiente. Que nunca tendré esa sonrisa, ni sabré hacerte feliz como ella lo hacía.
Sólo seré una mediocre más buscando una salida. Cambiándose de vestido por si hay que celebrarlo. Que ya por fin la he encontrado y todo esto sólo habrá sido una pesadilla.
Pero cierro los ojos y, nada, absolutamente nada, ha cambiado.
Así que cierro los puños y aprieto los dientes. Quizá debería decirle al mundo que me rindo y tragarme este orgullo de mierda, de seguir en pie aunque me tiemblen las rodillas y hablar con la chica del espejo.
¿Yo quién soy y tú quién eres?
A quién le importa.
Quiero que me sostengan sus brazos, pero están cansados de sostener mi mundo y yo sólo los aparto cuando me quieren acariciar.
Lo siento.
Nunca he sido buena para nadie.

sábado, 7 de noviembre de 2015

nostalgia


No nos enseñaron a desconfiar de los buenos, y tampoco nos dijeron que ser buena persona no signficia portarse bien.

Quería decirte que te echo de menos, que a veces cuando miro al cielo y lo veo revuelto me acuerdo de mis días a tu lado. Que adoro los días grises aunque tú ya no me abrigues y que más tarde que temprano, aprendí a abrigarme yo sola la piel. 
Quizá ahora puedo entenderte, y créeme, no es nada fácil. Quiero decirle que no soy yo, que no se ahogue en este charco. Pero a veces necesito que me hablen de mí misma, para no olvidarme.
Supe curarme las heridas sola, a salir porque tú ya no me sacabas. A frenar y mirar más de cerca. Me diste más al irte que lo que podrías haberme dado si te hubieras quedado. Y no sé cómo agradecértelo sin besarte hasta las ganas.
Me siento tan libre que a veces necesito realidad para no salirme, yo que siempre he sido de vivir al margen para no torcerme; ahora ya me da igual.
He aprendido que la vida es eso, el momento, y los planes de futuro son sólo para cobardes. Que el pasado enseña más que recrimina, y que el tiempo, a veces amigo del hombre, todo lo deja atrás.
Debí darte las manos. Calmar esta ansiedad. Contarte que he juntado los extremos, que he cerrado los ciclos. Que he aprendido a ser, a secas.
Que me encanta verme desnuda, y desnudarme para mí aunque ya no sean tus manos las que me toquen. Aunque ya no sean tus ojos los que me desnuden, y persistan otras voces intentando conocerme. Cuéntales que todo eso es imposible, que la vida es desconocerse. Ternerlo todo menos claro, aunque lo tengas, y dejarlo en reserva para cuando venga el mono.
Discúlpame si alguna vez te hice sentir culpable. Que no te lloré a ti, más bien a mis expectativas, y es una lástima que no las cumplieras. 
Te habría hecho tan feliz entre mis manos, que a veces siento lástima por ti. Pero aún así, te quiero.

A veces hablo con la luna porque siempre me acompaña en cada insomnio, y contando el gotelé del techo le explico que no todos los caminos conducen a Roma. Y todos hablan de sus ruinas.
Pero nadie sabe que aún en ruinas, sigue siendo bonita. Hablo de mi madre.
Y aunque la luna no me entienda, yo sé que lobo siempre fue más de los míos. De enseñar los dientes y aullarle a la nostalgia. Por qué tú y por qué yo.
De viajar en solitario, a tientas de que podría volver a encontrarme con tus ojos y perderme. Justo ahora que acabo de encontrarme y no me disgusta lo que veo.
La vida es tan caprichosa, que me parece una mierda no creer en el destino. Que tú y yo teníamos que encontrarnos en el sitio menos pensado después de tanto tiempo y que haya sucedido porque mis planes se hayan jodido de antemano. Que de haber cogido otro camino ya te habrías olvidado de mis manos. Y qué bonito fue perderme en un instante en tu sonrisa.
No quiero volver a mentirme,
que he aprendido a salir porque tú ya no me sacas. Que ahora gasto mi dinero en otras cosas, que he dejado los vicios y, a quién pretendo engañar.
Está bien: sigo en esa mierda.
Me flipa como todo se derrumba y a nadie parece importarle. Ahora canto para no oírme, para desinhibirme de todo este drama. Acariciando mis muñecas para no cortarlas.
Que sigo queriendo ser la chica de tu baile. La del jazz a las doce de la noche.

Me pregunto en dónde estarás,
quién te besará ahora las heridas
si lo hace con la misma ternura que yo.
Si has encontrado tu camino, si sigues en la línea de torcerte por las noches.
Yo sigo queriendo ser a medias en tu colchón. Ver amanecer Madrid con tu culo en mi cama, y que le jodan al despertador.

Dejar de ser la chica triste, que ya aburre.
Encontrar al hombre que no huya de mí y escabullirme por la puerta de atrás.
No estoy hecha para estos trotes.
Quiéreme por encima de tus posibilidades, que ya sabes que para follar, a mí, no me gana nadie.
Sigo siendo la chica de las poesías a medias, por eso de que se desangra a media línea. Fumando en la terraza de cualquier sitio de mierda.

Sácame a bailar,
baila para mí en la oscuridad.



sábado, 10 de octubre de 2015

camareros son psicólogos y encima dan de beber




El bar. Las esperas de media hora para el baño para que salgan una mujer y un hombre del mismo baño frotando su nariz. Sus labios.
El bar. Que cierra sus puertas cuando la poli se acerca y te deja quedarte dentro para seguir fumando y bebiendo hasta desgastar el alma. La poca que te queda.
Huir. Pensar que no es lo que quieres para tu alma. Que ya está bastante desgastada. Que habrá que darla un respiro.
Las charlas de un desconocido que cree que me conoce y me llama bitelchus, y me dice que no me destroce. Que soy joven y bonita. Y yo le digo que se calle. Que no son sus labios los que me dicen para. Que sos sus corazones los que quieren abrazarme. Y yo no estoy para estos trotes.
No me des la charla, aléjate de mí. Me alegra que te preocupes por mí, pero no me conoces.
Los cigarrillos a medias, los, "coño, tira eso que viene la poli", los no hagáis ruido me cago en la hostia. Los bailes de ska y los bailes de tocha.
El bingo y mi jodida mala suerte.
No me cabe la sonrisa en la cara.
Coger a la suerte del culo y decirla que no la necesitas. Que te va bien con la mala y que te hace creer que la buena nunca te enseña lo que es bueno. Y una vez que te enseña lo malo, aprendes a apreciar lo bueno.
Y ponte otro tercio que este ya hace tiempo que se ha terminado.
Salir agotada de cansancio. Cruzar las calles oscuras y pensar que cualquier hijo de puta que pueda acercarse se llevará un cigarro en el ojo. Sentirme fuerte. Odiar esta sociedad. Odiar al mundo entero. No me caéis bien.

El bar, que abre las puertas y se desangran las heridas. Las lágrimas reprimidas en la barra por un amor que no redime. Por una vida que no da tregua. La barra que ha visto de todo y nada calla. Que deja sus machas de alcohol y tus historias por los suelos. Que ahí fuiste infeliz y allí te metiste tu primer tirito. Tiritar por el frío de Octubre.
Volver al bar a refugiarse de uno mismo. Dónde estoy y por qué no hay espejos.
Quizá para no vernos las caras de enfermos. Seguir manteniéndonos.
¿Quién eres tú? ¿a quién le importa?

Nacemos solos;
morimos solos.
Y a veces con una nota de auxilio.
Ahora lloráis porque no hay remedio.
Los corazones rotos y las caras falsas.
Bon voyage, por mi parte, nada más.

El bar, que te da envidia con su Jacks Danield's en la barra. Soy demasiado caro para ti, asúmelo.
Ni siquiera tienen alhambra. Habrá que conformarse con heineken.
Ya me he conformado a esta vida, puedo permitírselo a una cerveza.
Los textos enfermizos a las 04:18 de la mañana.
Las despedidas entre líneas de las que nadie habla.

Los: ¿te has dado cuenta de quién es?
El echar de menos a las cinco de la mañana. Pensar mil veces en llamar. En colgar en el primer tono. Con oculto, claro. Cubrirse las espaldas.
Dejar pasar como si no te importara. No quieras entenderme porque no quiero explicártelo.
La chilaba. Sonreírle a alguien que desconoces. Ofrecerle media vida en tu cama y echarlo a patadas. Aquí no queremos a ladrones de corazones rotos. Que los pasillos guardan silencio y el reloj no para de repetirme lo absrudo de mi tiempo. Lo absurdo de mi vida y lo contingente que es mi existencia.

No tengas prisa por olvidarme, que siempre soy la que sonríe detrás de la barra donde nadie la ve. Y en esa, casi nadie suele fijarse.

No tengas pena por mí;
yo no la tengo por ti.

viernes, 2 de octubre de 2015

es ruido todo lo que esconde.



Había una vez una chica triste que huía del frío que la quemaba por dentro, e irónicamente lo hacía en el frío de la calle, en el frío de los hielos que se derretían en su vaso; y sonreía.
Sonreía porque amaba el frío, su cielo gris, el viento que despeinaba su cabello, sus nudillos rojos y agrietados, al igual que sus labios, su lluvia y el sonido que entraba por la ventana cada noche para acompañarla en su tristeza y convertir su silencio en melodía.

Había una vez una chica con el corazón tan congelado, que la daba igual en qué manos dejarlo, sólo quería deshacerse de él. Y cuando por fin encontraba unas manos tendidas y lo dejaba allí; éste caía al suelo y se rompía en mil pedazos.
Os sorprendería saber la cantidad de rotos que se le pueden hacer a algo que ya estaba completamente roto.

Había una vez una chica que no lloraba nunca, porque dolía. Si el corazón era de hielo, imagínate las lágrimas. Así que escribía con la esperanza de que dejase de doler. Pero nunca lo hacía. Y quizá la encantaba estar triste y tomar café a las seis de la mañana mientras se preguntaba qué hacía despierta si a nadie le importaba. Y soltaba el humo como un suspiro inmenso. Y se abrazaba a su dolor y éste nunca le fallaba.

Crecía en su silencio cada día y a cambio pedía un poco de tregua (en su cabeza) que jamás guardaba silencio. Así que ponía la musica en sus cascos para poder desahogarse en otras vidas y nunca pedía nada a cambio. Ella sonreía para ella misma y se desnudaba para sentirse libre.
Nada de amor, ni de compartir silencios ni tristeza.

Había una vez una chica egoísta que amaba su tristeza y odiaba a todo aquel que llegaba y decía "conmigo aquí dejarás de estarlo"; como si yo se lo hubiera pedido a alguien.
Cierra la maldita boca. No pretendas llegar y quitarle el sitio a alguien que lleva tanto tiempo conmigo, que incluso la quiero.
Quién te crees que eres tú para decir eso.

Cerrad la puta boca.
Había una vez una chica preciosa que en realidad no lo era y soltaba mucha palabrota por la boca, y bebía cerveza de tubo mientras sentaba su culo en el suelo y se fumaba un buen porro para olvidarse de su existencia.
Como comprenderás no le interesa una mierda lo que digas.

Así que, silencio, por favor.
Los poetas estamos cansados del ruido.

martes, 29 de septiembre de 2015

Cuando escriben los poetas.



Hablan los poetas de los corazones rotos, los vasos vacíos y sucios de algún bar en donde nadie se mira a los ojos y vacían sus almas en pequeños frascos de cristal. Hablan los poetas sobre la luz de la luna, cuando está llena, y ya no parece tan pequeña ni tan frágil, de como las estrellas se quejan de su soledad infinita, que ya ni existen.
Hablan los poetas de lugares, como si fueran inmensos y no acabasen. Como si fuese infinita su belleza, como si el hombre nunca fuera a destrozarla, como lo hace con todo.
Escriben, los poetas escriben y callan.
Porque el silencio también es poesía y a veces dice más que mil palabras juntas. Escriben porque saben que alguien escucha, y nadie quiere ser juzgado de loco cuando hablan de unos ojos que no han visto nunca.
Hablan de las botellas vacías, de los colchones abandonados en alguna esquina, de las jeringuillas de los parques donde la vida pasa rápido e ignora. Porque a nadie le importa si no la sigues el ritmo.
¿Y a los poetas? ¿Quiénes les escriben?
Quiénes hablan de sus ojeras inmensas por un amor que no redime y que ya no existe, pero perdura en la memoria porque los poetas no olvidan... porque olvidar es antipoético. Los poetas rompen sus poemas pero siguen estando en su cabeza. Quiénes hablan de sus ceniceros llenos de cenizas, de su vaso lleno de whisky y sus miles de libros apilados en la estantería, y en los muebles. Quiénes lloran por los poetas, si éstos no lo hacen. Quién les dice que todo va a ir jodidamente mal, pero que no están solos. Si los poetas aman la soledad y añoran el calor de un abrazo sincero. Quién entiende a los poetas que se contradicen una y otra vez por un poco de cordura que en realidad ni quieren.
Los poetas escriben, hablan de la vida que pasa desapercibida en los ojos de un cualquiera que no sabe pararse a ver, en vez de a mirar. Hacen que el tiempo cobre sentido fuera de las agujas del reloj.
Los poetas dan sentido a nuestras vidas, mientras la suya carece de él.
Unos ojos que no llegan para redimir sus almas en pena.
Y entonces; silencio.


Silencio,
los poetas están escribiendo
así que cierra la maldita boca.

domingo, 20 de septiembre de 2015

ognimod



Cuando el mundo agoniza,
yo escucho su risa
y me calma.
Supe curarme las heridas sola,
a lamer los arañazos del corazón
y evitar desangrarme entre otras manos.
No me pidas imposibles cuando cae la noche, que ya sabes que me llaman tristeza y mi vida depende de abrazarla a ella.
Pídele a tus miedos que desaparezcan, no te preocupes si ver a mis demonios es un problema, que sé como esconderlos para que mis manos acaricien ésta vez.
Pero no me pidas que me aleje de mi infierno, porque allí siempre seré yo, y lo de un tú que promete y abraza mis heridas, acaba yéndose por echarse todo mi peso encima. Y qué le voy a hacer, si yo nunca le pedí a nadie que cambiase lo que soy.
Quiéreme con todo lo que eso conlleva.
Que yo ya analicé cada detalle, cada gesto y cada cicatriz para saber dónde duele y nunca acercarme.
De eso se trata quererse, de saber dónde derrumbar a alguien y sólo acercarse para besarse.
Mírame, puedo hundirte en lo más hondo y sin embargo te estoy manteniendo a flote.
Ódiame porque soy un desastre y destrozo todo lo que toco; porque adoro como se siente cuando me echas la bronca por ser insoportable pero te quedas ahí, esperando por que baje la guardia para acercarte y hacerme débil otra vez entre tus brazos.
Que nunca antes alguien ha sabido derretirme cuando me convierto en hielo. Y sin embargo, tú, no haces otra cosa.
Quizá la respuesta sea no preguntarse el por qué, pero si hay una razón por la cuál apareciste en mi vida para ponerla patas arriba y hacerla gemir, no voy a quedarme quieta hasta averiguarlo.
Voy a estar ahí.
Después de tanto tiempo, al fin, voy a ser.

martes, 8 de septiembre de 2015

love u mama.


Lo noto romperse,
caer en pedazos
como se esfuma un suspiro
o un beso en la parada del bus.

Noto como se lleva todo por delante
desquebrajando mi alma
y me pregunto: «¿cuánto?»
¿Qué importará eso ahora?

Miro el reloj,
tic-tac,
tic-tac.
Todo parece ser como siempre,
pero no es así,
sus ojos empiezan a humedecerse...
aún no.

Mantengo la calma,
pero ya se ha ido
sólo me quedan los demonios
apretando el pecho: «hola, ansiedad»
y sólo lo ha conseguido con una sola palabra.
Increíble.

Excusas,
excusas grises y frías
miradas tristes
un adiós que no se dice
por miedo a escucharlo
de sus labios, o de los míos.

Y,
lo noto,
la sensación del pecho
de sentir
debe de ser un milagro
pero duele, como un puñal
otro más
y sangra.

Adiós,
y un beso por mejilla
un abrazo de compasión por nuestras almas.
Y luego,
«silencio».

De eso se trata,
de fingir estar cuerdo
en un mundo de locos
y ahora lo comprendo todo.

Toda una vida, en un suspiro, adiós.


jueves, 3 de septiembre de 2015

nal.



Sentí vértigos.
Abrió un agujero en mi pecho por dónde se veían ángeles llorando. Le dijo a mis sueños que no eran reales y éstos acabaron por abandonarme, también, como cualquier cosa que sucede en mi vida. Dejando otro agujero, donde yo guardaba la alegría.
Luego, los pájaros dejaron de cantar en mi ventana. El cielo se volvió gris, todas las luces apagadas junto a la llama que alguna vez tuve. Junto a la sonrisa que dejé de ponerme.
La de verdad, quiero decir.
En esta vida hay dos tipos de personas: las románticas y las realistas.
Las realistas guardan el rostro de otra cara bonita, mientras que las románticas creen que Dios la ha puesto ahí para ti. Pero Dios no existe y los realistas follan más.
¿Y el punto medio? Había un filósofo, no recuerdo cuál, que dijo que el secreto de la felicidad era el punto medio. Sin pasarse pero tampoco sin llegar. Justo en el medio. Y yo siempre me pasaba de la raya, nunca mejor dicho.
Nunca encontré el equilibrio y, ¿cómo hacerlo con todo este desorden en el coco?
Yo le decía que era arte. Quizá para aliviar un poco el dolor que sentía, y lo convertía en un par de líneas torcidas en un cuaderno que sólo yo sabía que existía. Ahora ya no.
Siempre fui el bicho raro y eso escocía un poco en las miradas que tenía que soportar cada día. Un poco cínica. Algo promiscua, quizá.
Yo prefería seguir llamándolo arte.
Lo demás, ¿qué importa?
Mi problema fue que creí que tú podías curarme, y sólo yo puedo hacer eso.
Contigo me siento un poco menos cínica. Y olvido que todo esto me supera con creces. Haces que me sienta comprendida en un mundo de mierda en el que yo nunca elegí estar. Quizá es eso, que yo no pedí nada y me encontré con todo a solas.
Perdóname si a veces me paso de triste.
Quédate, por salud.

jueves, 27 de agosto de 2015

XXVIII


Quizá sea demasiado pronto, o quizá sea demasiado tarde para escribirle a algo que ni siquiera existe. O quizá solo quiera adornar las noches que, por culpa de eso que dicen de que la adolescencia es eterna mientras dura, tengo que soportar cada noche.
Bueno, quizá sólo sea eso. Que no sé qué decir. Que el frío también quema y pocas manos han sabido hacerme derretir entre sus dedos. El hielo siempre se hace desde otro estado del que depende, por el contrario jamás podría existir. Quiero decir que hay corazas muy mal hechas a veces, precisamente para que sean derruidas. O para que salir de ellas no duela tanto como lo fue entrar dentro.
Y quizá esto no le importe una mierda a nadie nunca y sea cierto eso que dicen de que los artistas tienen demasiada mierda en el coco como para dormir por las noches, aunque tu sudor siga oliendo a sexo y tu cabeza haya dejado de pensar en qué, ni cómo, ni cuándo.
He de confesar que da miedo sentirse muerta tanto tiempo por dentro y que, de repente, haya una chispa de vida y que, joder, para morir siempre hay tiempo.
Bueno, siempre he sido fan de esta frase: "No tengas pena de los muertos, sino de los vivos. Y sobre todo de aquellos que viven sin amor". Y sin embargo me he pasado la vida diciéndole adiós a personas jodidamente bonitas en mi vida. Porque yo me convertí en odio.
¿Sabéis eso que dicen de que amor y tristeza están relacionados? Que si no te hace sufrir, tampoco puede hacerte feliz y qué jodidamente sencillo parece a veces romperse en pedazos y que a nadie le importe una mierda lo frágil que tienen el alma. Nadie escucha jamás los cristales rotos.
Puede que tengan razón y que a veces lo eterno sea efímero, pero dure siempre en la memoria y que envejecer al fin y al cabo sólo sea acumular recuerdos que sólo los poetas y los locos saben dejar no sólo en su memoria donde tarde o temprano morirá.
Y qué bonito es a veces escuchar a Leonard Cohen. Y qué vulnerable se siente mi pequeña guerrera a veces.
¿Cómo fiarse de alguien que te ha fallado tantas veces? Quiero decir que, ¿cómo fiarme de mí?
Puede que quizá haya querido frenar un poco, pararme a ver en vez de mirar. Dejar de buscar y encontrar. Pequeños detalles que no podía ver a la velocidad en la que mis pensamientos cruzaban por mi mente y que eso de las voces es normal a veces. Las mías. Cállate.
Puede  que me guste que sea un capullo cuando me mira y no ve nada, no importa, aún tengo el alma reparándose, no te preocupes. Quizá algún día te abrace y no solo sostengas mi cuerpo. Rélajate y disfruta.
Todo esto es cosa mía.
Y no me importaría amanecer contigo en una cama de 90 donde no quepan mis ganas con las tuyas. Que me beses y de vez en cuando digas cosas absurdas, como que me quieres y me folles un ratito antes de la despedida.
Descubrir cada rincón de tus memorias será mi nuevo hobbie por ahora.
Habrá que aprovecharse de que hay miedos que a veces se me olvidan cuando veo tu sonrisa y habrá que callar un poco a los demonios que no me dejan disfrutar de la caída.

He dejado de ser luna y me siento un poco más loba. Quizá por eso de la luz y de que ya no rozo el cielo tantas veces al día pero sí que le aullo a mis ganas de tener cerca a gente que se me fue allí arriba.
Podríamos ser un poco más humanos pero a veces se me olvida que esto ya no existe y que, joder, a ver si desaparece.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Tristessa.


Si existe alguien ahí arriba, se debe estar mofando mucho. Lo circunstancial, a veces, lleva consigo los reproches. Ten cuidao con lo que pides, que puede cumplirse.
Es probable que me pase de la raya a veces, que me pongo en un extremo y al segundo en el otro. No me lo tengas en cuenta; es esta cabezita loca, que nunca sabe lo que quiere.
¿Qué habría sido de mí contigo? No sabes cuánto me alegro de haberme ido.
A destiempo, como siempre. Pero joder, qué alivio. He estado a punto de perderme esto y es que, resulta, que no os necesito.
Esto es algo así como los colores, que reflejan todos menos el que tú ves.
Una ilusión óptica.
Jamás sabréis cuál soy yo, ni por qué muerdo mi boca cuando falta media hora para que baje del tren.
Sufro más de la cuenta, me echo el peso encima de cosas que no me corresponden. Hago del granito la montaña entera y espero a que alguien la derribe o algo. Demasiado débil o demasiado vaga.
Por eso te doy las gracias, por ser así como tú eres. Por ser ligero y recordarme que alguna vez, yo también lo fui.
Estoy en ese momento de mi vida en el cuál nada me pertenece. No sé quién soy, no sé a dónde voy ni sé dónde quedarme. De momento todos mis recuerdos arden. Gritan. Sé lo que fui y de dónde vengo, pero, ¿a quién le importa eso? ¿qué más da si sufrí en el pasado? ¿Acaso vas tú a preguntarme?
Hay heridas que es mejor dejar de lado, si cicatriza o no le echaré la culpa el tiempo, que se supone que todo lo cura.
Y sí, es una locura esto que siento.
Se me hace difícil no sentir tanto asco.
Puede que me vuelva a dar miedo todo de golpe. Pero nunca sabréis lo que estos ojitos esconden.

sábado, 15 de agosto de 2015

bye bye, fuck you


Decir adiós a tanto y a tan poco. Despedirse de un lugar donde has sido infeliz la mayor parte del tiempo, y que sepas que vas a echarlo de menos.
No estoy hecha para las despedidas. Por eso desaparezco en silencio y las voces llaman a lo lejos. Las mías, siempre, y nunca las de nadie.
No estoy hecha para muchas cosas en esta vida. Eso lo asumí ya. Después de tanta mierda, ya no recuerdo con certeza cuál de ellas me hizo asumirlo de una puta vez. Aunque siga dándome la hostia contra el muro. Contra el mío.
Quizá es eso, que no sé tirarlo y no hay Romeo que escale por verme.
Prefiero un hijo de puta que los destruya y además folle de puta madre.
Quiero decir que, la vida me sienta mal. No me salen las cuentas de por cada cosa buena, ¿a quién pretendo engañar? Nunca es lo suficientemente bueno como para olvidar una vida de daño, psicológico, que duele más.
Estar solo contigo mismo es acojonante. Y no de divertido. Aprendes de ti mismo y chicos, hay cosas que nunca deberíamos descubrir de nosotros mismos porque luego te acompañan las voces y los remordimientos.
Despedirse de nadie, como siempre. Porque nunca dejo nada atrás, más que recuerdos y el peso a la espalda.
Nunca conservo nada y ya no sé si me largo yo o me dejan marchar ellos. El caso es que no verán mis lágrimas porque no las tengo.
Es otra de las cosas de vivir en este coco. Llorar es un privilegio que poco me puedo permitir. Y cuando sucede, es peor que la mañana siguiente de speed. La cabeza palpita y la vida te pesa más de la cuenta. Dolor, resaca; por así decirlo. Así que, si llorar es bueno, con esas consecuencias. Drogarse debe de ser la hostia para el cuerpo por eso de que además te deja dejar de ser un rato.
No sé, ¿despedirse de qué?
¿A alguien le importa?
Jamás hablarán de mí en la comida.
Ni me sacarán al baile. Ni podré dejar al cachas por el chico tímido y triste de la clase.
Creo que quizá la vida es una despedida constante y que, sin ir más lejos, hoy he tenido que despedirme de mi gato. Y hay más amor hacía ella que hacía nadie. Se me ha vuelto a romper otro cachito del pecho. Y confieso que he dejado caer algunas lágrimas.
No se me da bien muchas cosas en la vida, ni tampoco me gusta.
La verdad, no sé que pinto aquí.

jueves, 6 de agosto de 2015

sadness


Cerrar los ciclos no es tan fácil.
O quizá soy yo, que me paso la vida buscando soluciones a problemas que todavía no han llegado. Como a qué sabrán tus besos por la mañana, ni si me seguirás queriendo al día siguiente.

Ser una chica triste no es tan bonito ni tan poético como lo pintan. Sobre todo cuando nadie te escribe, ni escribe sobre tus ojos tristes cada día al despertar y cada noche al cerrar los malditos ojos.
No es divertido. Siempre andas de mal humor por eso de que nunca se sabe cuando algo o alguien puede venir a darte una hostia en la sonrisa. Y subir sólo implica bajar. Y mantenerse estable parece más seguro que volver a caer. Más hondo. Créeme, siempre hay más.
Y cuando el corazón te pide un poco de tregua, la cabeza te quiere estallar continuamente.
No, no lo hagas.
Y cuando crees que él puede calmar tus incendios; echa leña al fuego. Y, eh, quieto. Que no tengo el corazón para estos trotes, si es que alguna vez lo he tenido.
Ser una chica triste es, como podéis deducir, jodidamente triste.
Todo te parece insuficiente. Todo tu alrededor se convierte en nada. Y todo el que quiere ser alguien, en nadie.
Todo es insignificante. Y no es que las cosas puedan ser mejor, para nada.
Es que un día lo fueron. Un día sonreías sin miedo. Un día sentiste amor. Un día algo fue todo.
Y de repente: nada.

¿Sabes cómo se siente despertar y saber que, aún estando aquí, ya no existes?
Lo que un día fuiste, se largó. Se esfumó y en su lugar un montón de nada que pesa y te hunde hasta el fondo. Cada vez más y más hondo.
Es difícil explicar cómo se siente.
Como un día ya no eres. Sólo estás.
Y nada, absolutamente nada te importa una mierda.

Y sí, es cierto eso que dicen: que de algo hay que morir. Y que, para cuando ya te sientes muerta por dentro. Justo en ese momento, te da igual de qué, cómo y cuándo.
Y sí, haces cosas que probablemente, de haber seguido siendo lo que eras, jamás habrías hecho.
Y para cuando te has acostumbrado a la vida: ya es demasiado tarde.

Quizá sea eso; que ya he tocado fondo.
Que los ciclos se hacen bucle y el fondo vuelve a ser principio. Y nunca hay fin.
Que ya jamás será como antes.
Que tus sueños se ven muy lejos y demasiado rotos. Que ya da igual.

Y ese,
ese es el problema de ser un triste:
da igual.

Y eso, a nadie le importa.

lunes, 3 de agosto de 2015

contritum vitae


A veces la vida te pone las cosas en las narices y tú no las debes coger. Es una puta trampa. Y esta humanidad una puta avaricia. Déjalo ahí. Párate a mirar. ¿Merece la pena? en vez de, LO HE VISTO PRIMERO.
En serio, a veces la vida se pasa de zorra y te pone las cosas adrede y joder, ninguna es buena. Ninguna te da tregua, y yo quiero descansar de toda la puta vida igual. Da igual si la acaricias porque ella sentirá arañazos.
Yo te quise y no fui correspondida. Ahora no te atrevas a pedirme nada. Te odio. No me gustas. Nunca elegí estar contigo y, sin embargo, no nos queda otra. Bien, pues pasa de mí. Como yo lo hagode ti. No quiero nada tuyo.
A veces intento ceder... preguntarle cómo está hoy, decirle que me llueva un poco, que también me cansa tanta luz. Que necesito oscuridad para ser yo misma y que me gusta más cuando es fría y se hace de rogar. Que me obliga a llevar capucha y a ser triste en armonía y no en esta puta jungla llena de personas vacías que no me importan una mierda.
En serio, nadie te ha pedido nada. Déjalo ya. Déjame ya.
Deja de poner cosas y deja de quitarlas.
Me gustabas más cuando eras solitaria y toda esta escoria no te gobernaba.
A veces pienso que no estoy hecha para ti, vida. Y cada día me lo confirmas un poquito más.
Ya sé que tú tampoco me quieres, así que dime; ¿ahora qué?

lunes, 20 de julio de 2015

tic-tac, tic-tac..



No me arrepiento del tiempo.
Del tiempo que estuve a solas conmigo porque todo a mi al rededor se volvió oscuro. De las veces que la muerte llamaba a mi puerta vestida de suicidio y yo le decía que no, que hoy no, quizá mañana.
Las veces que escribí auxilio entre líneas que nadie nunca leyó. Yo siempre fui la chica triste que se escondía bajo una sonrisa rota por los golpes. Y nunca se quejaba de su miseria por si ésta la oía y volvía a hacer de las suyas. Siempre hay un piso más en el sótano de mi desgracia. Un pozo sin fondo, como a veces le llamaba sentada en la barra, cuando irónicamente mi copa se vaciaba y tocaba fondo en seguida.
No me arrepiento si digo que no voy a echar de menos. Que no dejo nada atrás que merezca la pena. Y se reían de mí cuando iba soltando lastre - no te rías tanto que tú para mí eres mierda, un mediocre - y creían que era rara por hablar conmigo e ignorar al resto.
No es un martirio ser distinto. A veces hablo demasiado conmigo y todo empieza a dar tumbos, y se viene todo abajo. Como si todo mi camino hubiera sido en balde y tuviese que dar pasos hacía atrás. Un castillo de naipes.
Miento si digo que he sido feliz todo este tiempo. Que llevo tanto tiempo perdida que esquivar al minotauro me parece facilísimo en este laberinto en el que vivo. Ya no me sorprenden las despedidas a destiempo. Las espero y las encajo lo mejor que puedo.
Que no se note que se me resquebraja el alma un poco en cada adiós que nunca trajo consigo un hola, pero que yo sí escuché. Quizá debo ser menos analítica y vosotros menos hijos de puta.
Es probable que exagere mis heridas y vaya como un perro abandonado buscando algo de cariño en las esquinas. Pero recuerda que una vez lo consigo, volveré a por más... quizá a veces demasiado perra. Quizá otras demasiado gata.
Sólo quiero que me des lo que te pido y lárgate, no te he pedido que me abraces. Pero quédate.
Siempre he tenido muy presente quién soy y de dónde vengo. Pero quizá ya no lo recuerdo. Yo no culpo a nadie, pero yo no he sido. Yo también busco explicación a mis malas acciones. Yo también sé lo que puede picar la tocha y lo que es no dormir hasta las tantas. Hasta los tontos saben que no pueden acercarse. Porque muerdo y todo eso.
Voy a pedir permiso para marcharme de tu vida pero dime antes en qué parte me encuentro.
Tú que te haces llamar amigo. ¿Dónde estás cuándo eres feliz y yo te necesito? ¿Dónde estoy cuando no debo? ¿Dónde se quedaron las noches compartidas más allá de los canutos?
Y ahora que te has quitado la máscara y puedo ver más allá de lo que aparentaba ser. Quiero decirte que, gracias y adiós.
Voy a pedir un deseo y sólo quiero que la gente que no me quiere, se aparte de mi camino. Que si yo quiero joderme la vida, seré yo mi verduga.
Ahora quiero estar sola intencionadamente. Ciega adrede, como en otras ocasiones.
Despídete de mí. Conmigo nunca es demasiado tarde. Quizá demasiado pronto.
Lo sé, lo siento.
Me han cambiado el sentido las agujas. O de sentido.
Tú qué andas mirando, no lo entiendes.
Despídete de mí, se me hace tarde.

💉🔫💣




Vueltas y más vueltas, después de esta me abandonaré a la deriva. Como si de un naufragio se tratase. La verdad, no veo la diferencia.
Después de los gorriones grises, y dejar a un lado el negro. Los cuervos me parecen un ser precioso y digno. Y me cansan las idas y venidas. Y me he enamorado de tu culo. Quizá tú no lo sepas pero me he mordido el labio innumerables veces cuando te dabas la vuelta y luego venías a seguir haciéndolo tú.
¿Qué problema hay en enamorarse de situaciones, lugares u olores? No te quiero a ti, te quiero a ti conmigo y follarnos hasta hacernos daño. No hacernos daño y después ni siquiera follarnos. Ni vernos.
Qué problema tenéis con mis intenciones. Que no soy yo quién ata la cuerda para volver a verte. No soy yo la que pide que te quedes. Así que, bien, puedes largarte. Mejor así, antes de tener más recuerdos y enamorarme de los que aún no existen, pero en mi cabeza sí.
Mejor así que tú estás lejos y yo sigo sin encontrarme.
Mejor así, que sigo muerta... antes de que me des vida y tenga que suicidarme.

sábado, 18 de julio de 2015

Cruce de miradas.

A veces la vida, esa zorra hija de puta, te pone el camino delante de las narices y resulta que tú ya te has cogido el metro. Será que estoy aprendiendo.
Y la plaza está llena de nadie. Y entre ese nada ella alza la mirada y se cruza con la de un chico que lleva ya su "a saber cuántas" cerveza. Ella le sonríe y él agacha la mirada y se va.
De ahí habría salido una bonita historia de amor, digo yo.
No os culpo de esta inconformidad mía. De querer dormir a todas horas y hacerlo 3 horas ¡por fin! y otra vez toda la maldita tarde con un sueño de mil demonios. No encuentro mi almohada, no me sirve tu hombro.
Ponte mis complejos de cinturón y a ver si toda esta mierda sirve para algo.
Sábado en la plaza donde cuatro niños me ganaron al fútbol y yo todavía con los bolsillos llenos de barrio.

sábado, 11 de julio de 2015

«Cartas para M».






Lo siento.
Quizá debí curar la herida antes de dejarte entrar dentro. Y te culpé a ti de mis noches sin dormir, de mis manías y mis malas formas. Te di demasiada responsabilidad en un momento. En uno especialmente jodido para mí.
Quise que fueras mi guardián entre el centeno. Te dejé la llave, a sabiendas de que no querías entrar dentro. Y casi te obligué a ello. Casi creía que era culpa tuya, y no mía.
Pero, en mi defensa diré, que jamás había querido de ese modo. Habría ofrecido mi vida a cambio de una sonrisa sincera tuya. Y no esa tonta manía de torcerla y de agachar la mirada como un niño.
Fui bastante inmadura, y quizá debí largarme antes de que, inconscientemente, quedase atrapada dentro y te arrastrase a ti conmigo a este absurdo infierno que había creado para los dos.
Perdóname porque no era yo. Era mi corazón roto buscando alivio. Fui egoísta y muy poco sincera...
Siento haberte hecho creer que yo podría haber sido la madre de tus hijos, y todo ese rollo de sacarte de la mierda.
He estado perdida demasiado tiempo, y no era en tus ojos verdes donde yo debía encontrarme. Ni siquiera debí buscarme en ellos. Tengo tan poco amor propio que necesitaba, de veras, estar allí dentro. Que me abrazaras sin usar las cadenas.
He llorado tantas veces bajo el recuerdo de tus besos sin amor, que regué mi soledad y alimente al insomnio. Le di el poder a mis demonios, en el infierno que había creado para ambos y en el que sólo estaba yo.
No quiero que me odies, porque ni siquiera yo lo hago.Olvídate de mí como si nunca hubiese aparecido en tu vida de mierda. No te salvé, no te metí. Yo no pinté nada en el lienzo de tu espalda, salvo el pasar de mis dedos y las caricias que te di bajo las sábanas.
Fuimos demasiado cobardes, y yo, maniatada y sin saber a dónde ir; te pido disculpas.
Prometo no volver a nombrarte nunca.
Salir de tu vida para siempre, dejarte ser... con aquella que, al parecer, consigue hacerte feliz con mi nombre.
Reconóceme el esfuerzo y respeta este silencio nuestro. Este adiós definitivo.

Espero que te vaya bien allá donde vayas y recuerda que, aún con el corazón herido entre las manos, te di esa paz y te liberé del peso de mis diablos.

Con cariño, y hasta nunca Carras(co).

Laura.



martes, 7 de julio de 2015

High.



Suben los latidos, bajan los reflejos. Podría estar hablando de amor, pero no es el caso. Dolores de cabeza. Temblores en verano. Sueños irrumpidos, cállate, tú no sabes nada de sufrir.
Suspiras, y ese era tu último aliento. Las cartas se han volado, y sobre la mesa tus miserias esparcidas.
Esta sí, esta no, éxtasis, ya se hizo tarde.
Abrígame cuando el frío se cale, no necesito que me abraces, sólo dime bajito que me quieres. Dame besitos en las ingles, dame bocados en el culo.
Tatúate a fuego mis iniciales, en la espalda. En las veces que agarro tu pelo cuando me lo sirves, en bandeja, entre mis piernas.
Como si supieras que jamás ya volverás a verme.
Ahora me apetece una cerveza, dios, y follarte como nunca.
Si todos esos mortales supieran de lo que hablo, jamás volverían a reír. Jamás volverían a sentir. Y todo su infierno es ser el raro cuando vas a la moda.Cállate, me pones enferma.
Me pones los complejos sobre la mesa y me tumbas encima. Me pones, a secas.
Puede que esto se me haya subido a la cabeza, pero después de la subida viene la bajada, y, adivina que: tú no estás para agarrarme.
Bajar despacio.
Sola en mis infiernos, como siempre. Como si fuese domingo cada viernes. Cada sábado en el garito de siempre, no quiero más cerveza. Quiero volver a casa y enterrarme bajo mis libros. Vosotros sí que me entendéis. Y no habláis, y no dais asco.

Finales.



Resquebrajada.
Mi alma, como los cristales rotos.
Como las veces que te pensé:
«Cierra la coraza, que hace frío».
Y sólo alcancé a sonreírte entre la niebla, helada, con la mirada perdida, queriendo encontrarse en unos ojos que nunca cedieron, y dieron un vuelco a su mundo, y sin embargo, sólo sonreí.
Con el cuchillo aún clavado en el pecho, y las heridas aún abiertas. Aún con la sangre entre los dedos, goteando. Metafóricamente, como siempre.
Pero joder, dolía y era real.

Después la vida quiso sonreír, con su media sonrisa, torcida. Tampoco se le puede pedir mucho a la tristeza.
Anda, mira, pero si no te conozco y ya sé que todo va a ser un desastre, ¿dónde firmo?
Tiré la moneda, lo juro, pero cayó de canto. Creo que eres tú.
¿Y si todo esto es una señal?
No pienso volver a tirar mi vida por la borda. No me subiré a este viaje esta vez. Soy más de subirme al tren y bajarme en la misma parada de siempre, en la que nunca hay nadie y el reloj siempre marca las 00:00.
A quién pretendo engañar, nadie vendrá a buscarme.

Estoy poniendo los puntos finales, al principio. Por todo eso del dolor, y joder, de las sonrisas a medias.

No quiero pasar otro año para desconocerte.

lunes, 29 de junio de 2015

💀


Quizá no eras tú, ni tampoco tus ojos.
Quizá no era yo, ni tampoco mis manos.
Últimamente ando más triste, más cansada, más perdida.
Ya nada me recuerda a nada, y absolutamente todo me desagrada.
Quiero recordarte, aquí, conmigo. Quiero acordarme de cómo se sentía estar a tu lado. Pero desgraciadamente soy una chica olvidadiza, ya a penas pronuncio tu nombre en voz alta.
He tenido mucho tiempo para pensar, pero sólo he llegado a la conclusión de que el tiempo no cura, y que mi odio hacía cualquier referencia tuya me daña un poquito más la grieta del pecho.
Me habéis tomado por tonta, y no me gusta cómo se siente. La verdad es que esto me lo podría esperar de ti, pero no de él. ¿Y todo ese cuento de la moneda?
Supongo que todo el mundo está muy ocupado en vivir su vida, y yo aquí, sin saber qué hacer con la mía 
De verás creo que quitármela sería la mejor opción, pero luego siempre me acuerdo de que para eso, quiera o no, siempre hay tiempo. Quizá más tarde.
Es horrible darse cuenta del tiempo que estás tirando a la basura, y que nunca volverá. Es horrible darse cuenta de que todo eso que decían tus padres era verdad. Que te alejaban de caminos por razones que, si me hubiese parado a escuchar, nunca tendría que haber experimentado.
Que es verdad que un día te despiertas y ya no eres una niña pequeña. 
Que mamá ya no te va a besar las heridas, porque hay heridas que ya no las sabe nadie. Y es jodidamente horrible callarse y guardarse todo aquello que te está matando por dentro.
Y quizá no fuiste tú, ni fueron las veces que me besabas en la frente las que me iban a proteger de todo el daño, cuando fueron tus caricias las que se convertían en puñales. Y que quizá tampoco era yo, ni fueron mis caderas las que aliviaron a ese perro loco.

Es probable que nunca sea nadie, ni nada. Que no existamos. Que todo sea una horrible pesadilla.
Despiértame cuando todo termine, que sean tus ojos los que vea después del trance.

94% y en aumento.

sábado, 6 de junio de 2015

Nadie te echará de menos.




Silencio.

Todo se ha vuelto oscuro, no sé si es la noche, si he decidido apagar las luces, cerrar los ciclos. Ser más consecuente con mis actos.
O si simplemente me ha cegado tanta luz.

Pienso que quizá todo esto fue una pérdida de tiempo. Pero qué bonito parecía desperdiciarlo a tu lado.
Ahora ya no.

Ahora ya no tantas cosas, que empiezo a pensar que realmente soy difícil de tratar. O un monstruo sin sentimientos.
En realidad todo eso ya da igual.
Las luces, la oscuridad...
Todos sabemos que sin una, no hay otra. Y que me da igual si brillo o soy oscura.
Que malgasté el tiempo que no tenía.
Que, y ahora sí conscientemente, he estado ciega demasiado tiempo. Con el humo y todo lo que eso conlleva.
Atraída por miseria, que se vende, que se compra. Que se pierde poco a poco, deteriorando. El caos es una forma de arte. Arte para el que mira desde fuera. Para el que no está dentro de la mierda.
Pobre ilusos, déjales, se creen que entienden.

Miseria de pega.
Adicto a la tristeza, y todo ese rollo.

Lo estoy dejando. Y qué mas da si nadie va a querer quererme. No, que va, no lo necesito. Quizá yo, algún día.
Echaré de menos las estrellas.
Fue anoche bebiendo cerveza cuando me di cuenta de todo lo que dejo atrás, y, ¿sabes qué?
Me da igual.
Nadie me echará de menos.
Nadie te echará de menos.

Así que, para qué seguir complicándome la vida con algo que voy a dejar atrás. Que voy a dejar.
Si voy a empezar de cero y tengo el listón muy alto.
Así pues, adiós a los días de ensayo.
A intentar conocer a alguien para finalmente darme cuenta de que lo desconozco, y quién sabe. La moneda.
Ya nunca sabré que habríamos sido. Qué es él. Por qué siento que le conozco de toda la vida y ese ímpetu suyo al tocar la batería que me pone jodidamente cachonda.

Ya nada será como antes. Y, joder, no sé qué decir.

Qué bonito perderos de vista.
Hijos de puta.



lunes, 1 de junio de 2015

sp(ee)ud.



Adicción.
¿Real o socialmente impuesto?
¿Dependencia o apego?
Lo cierto es que no puedo dejar de preguntarme por qué hay drogas socialmente aceptadas; como Valium. Y otras no. Qué diferencia hay entre unas y otras, si ambas crean dependencia.
Qué os ahorráis vosotros para tenernos enfermos.
Por qué la cura a la adicción es otra adicción socialmente aceptada.

Maldita sociedad, se ha cargado a sí misma.
¿Qué diferencia hay entre querer morir; doble dosis de pastillas?

Te echo de menos.
Yo también quiero ser feliz fuera del ciego. Y no entiendo este patético final.
Por qué con ella sí y conmigo no.
Qué me falta a mi que le sobra a ella.
¿Es porque no soy suficiente cosa para ti?
Voy a reírme, porque sí. Porque no entiendo para qué sirve derramar más lágrimas; si no curan.
Así que, no sé, me cuesta despedirme. Soy un poco idiota. Imbécil. Como prefieras. Pero he captado el mensaje... y me está jodiendo porque nunca llegaremos a saberlo.
No sé, a mí eso me quita horas de sueño.
Me largo, pues.
Por si acaso decides volver y sigo siendo débil. Mierda. Siempre lo seré con esos ojos.
Maldito hijo de puta.

Mentes en jaula necesitan liberarse.
¿Será mejor morir feliz y joven a viejo y amargado?
Personalmente no quiero morir sin saber que he estado haciendo lo que me ha gustado siempre.
A estas alturas no podría decirlo.
Así que, por qué morir ahora si para eso siempre hay tiempo. Elegir la vida.
Viajar a Alaska, disfrutar de Berlín. Follar hasta el culo de pastillas. Enamorarse. Lagos, montañas, aire limpio. Dejar la mala vita.
Ver nacer a un lobo. Crecer cerca de los árboles. Dejar el tabaco y dedicarse al THC en exclusiva. No me mires así, ya empecé aclarando esta historia.
Dejar que la vida ponga a cada uno en su lugar. Regenerar el karma, porque lo veo chungo.
Poco a poco todos al hoyo.
Me siento vacía, así que no te esfuerces. Mucha suerte intentando salvarla.

Sigo sin tener nada claro,
excepto que te echo de menos.

Con cariño,
Laura.

domingo, 31 de mayo de 2015

Tú mi Kennedy, yo tu Marilyn.



Mujer de poca fe,
de sonrisa mal colocada... andaba siempre por los hostales, colocada a altas horas de la madrugada. Rezando, quizá, por un poco de tregua.
Rezar, ¿a quién? ni siquiera yo lo sé.

Detente, gritaba.
Ahí, justo ahí, donde la inmensidad no oye tu voz. No lluevas, no te cales.
Di estupideces.

No me pises.
Decía el gigante al enano.
¿No me ves? Que tengo el ego por los suelos, que me voy reflejando en los charcos.
Cuéntame un cuento, permíteme decirte que hoy estás extremadamente preciosa. Así, sin la coraza. Con las agujas en el cuello, del tiempo que desperdiciaste con algún capullo.
Quítate el chaleco de cuero, chica punky, y cuéntame qué pasa por esa cabezita tuya.
Pídele perdón al tiempo, que le has despreciado por un reloj sin pilas.

"Ya te lo dije" tatuado en las cicatrices, en las venas. No volverás a verme, o al menos eso me digo cuando me pillo el ciego.
Ser como tú.
¿Ser como tú?
Jack Danield's, no Gin Tonic.
Ser, yo, sin ti. Sin más.

Qué va a pasar ahora que eres tú el que se busca en dos pupilas. Qué va a ser de mí ahora que tengo la cama vacía. Por lo pronto sigue estando ocupada, a veces, cuando me desvisten.
Así que supongo que no soy el tipo de chica que quiere una familia, ni piensa en tener hijos, ni en amanecer con tu culo en mi colchón.
No fui tu chica eléctrica, pero no por eso voy a dejar de serlo. Quiero decir: ser yo.

Cuídate. O que te cuide ella. Yo ya no sé de qué pie cojeas, me pareces despreciable. Y pobre chica, espero que también le rece a un dios que no redime. Que no existe.

Yo sigo estando en la mierda, ya te dije que tú sólo eras un fragmento pequeño, pero inmenso. No tengo por qué aguantar esto. Así que me retiro de la forma más elegante que se me ocurre.
En silencio, con el orgullo entre las manos, entre las tuyas. Con el ego por los suelos. Con el autoestima inexistente.
Pero con la sonrisa triste más bonita que jamás nunca alguien había pronunciado de unos labios; un adiós tan dulce y sincero.
Y que te jodan, sí, también eso:
que te jodan.

jueves, 21 de mayo de 2015

happy hippie birthday


Supongo que nos empeñamos en ser, y ser, y ser. Y nunca en sentir. En hablar de uno mismo y no oírse, esperando que alguien se trague toda esa mierda.
Empeñados, en ser bonito; en ser bonita. Creemos ser el regalo. El primero. El de: porque sí, porque te quiero. Pero más bien somos el de consolación, el de arrepentimiento.
El que busca perdón, y se aferra a la última esperanza siempre. Como si algo les fuese a salvar el culo. Pero no es así, no somos eso.
Así que, a veces, cuando estoy ebria, pienso. Por qué. Siempre por qué.
Por qué no fui suficiente,
por qué no te quedaste conmigo,
por qué prefirió largarse,
por qué no miró hacía atrás cuando gritaba su nombre (en silencio, claro),
por qué no me abrazó,
por qué te largaste.
Y bebo. Bebo porque no encuentro la respuesta. Y cuánto más bebo, peor me siento. Porque los borrachos lloran por todo. Absolutamente todo. Y yo, cariño, necesito achicar agua. Que desaparezcan todas las lágrimas que reprimo a lo largo de los días. Como si fuera necesario, ya ves, nadie; nunca, está mirando.
Y sigo buscando, qué somos, que soy, qué fuimos. Respuestas.
Algo que me devuelva el sueño.
Y si no fui tu musa, ¿quién fui?
Si no fui tu chica eléctrica, ¿qué soy?
Si fui tu puta de una noche, ¿por qué seguiste llamando?
Así que, por lo general, me desnudo despacio. Y me acuerdo de ti, siempre, por si acaso. Perdóname, pero siempre tuve miedo a olvidar. Lo que soy, lo que fui, lo que fuimos. Lo que tú fuiste conmigo.
Y lo peor es, que ni siquiera lo sé. Y me limpio el alma con un par de folios arrugados en la papelera de la habitación, en serio, de esos que jamás nadie leerá nunca. Como los poetas de verdad.
Yo que nunca aspiré a nada. Que dejaba todo siempre en borradores. Y tú, recuerdo que tú dijiste que dejase de creer que todo lo hago mal y que querías hacerme el amor, allí mismo, donde fuera.
Y discúlpame si no entiendo. Porque no tengo ni puta idea de nada. Y no sé cómo pude enamorarme de un desconocido al que le había hablado tantas veces. Y supongo que en el fondo sé que te conocí, un poco. Cuando me recitabas poesía, desnudos en tu cama. Y yo acariciaba tu pecho y escuchaba atenta tus palabras, tu voz, tus ganas de ser (conmigo, supongo) pero siempre dabas marcha atrás y volvías a echar el pestillo. Te juro que te recuerdo con cierta ternura, entre mis brazos, como un niño. Como sólo un niño sabe estremecerte. Y no puedo contener las lágrimas, y a la mierda la coraza.
Así que, siempre llego a la conclusión de que no sé nada, como dijo Sócrates, pero yo... sin embargo, lo decía porque realmente, no sabía nada. No por modestia, ni por sed de más conocimiento.
Llego contrariada al desenlace, en un cuento que nunca tuvo principio, ni nudo, ni final. Así que entenderás que todo esto me desconcierte. Y probablemente no sepa de dónde esté sacando toda esta fuerza cuando digo que te quiero, pero te quiero.
Y si tú, como yo, tampoco sabes quién eres. Te diré lo que fuiste para mí - lo que eres -.
Fuiste mi casa, mi refugio... el par de sábanas en las que me escondía fingiendo no ser de este mundo cuando el resto del mundo se empeñaba en hacerme sentirlo. El momento justo en el que llego a casa y desabrocho mi sujetador y caigo rendida en el sofá, con la mesa puesta, lista para comer.
El día que vi por primera vez el parque de atracciones. En el que descubrí la música y aprendí a leer.
Las mantas calentitas y el café en los días de invierno. La primera vez que monté a caballo. El día que corrí bajó la lluvia en aquel monte, por puro placer y no por huir. Mi primer beso.
Siento no poder ser más específica, pero ya sabes que siempre me gustó usar la metáfora. Y siento que no puedas ver todo lo que escondo, lo que te ofrezco. Que te pese más lo que ella te deja sobre la cabeza a lo que yo te quito de los hombros.
Búscame en la sombra siempre, o en la noche... o los días tristes en los que no sepas dónde esconderte. Porque quizá siempre fui eso; una chica triste.

miércoles, 20 de mayo de 2015

- suicidio personal -



Si miras fijamente, ahí; más allá de tus narices, habrías encontrado mis manos sosteniendo todo lo que tengo, y entregándotelo a ti. - habrías -
Si tocas mi pecho, notarás que debajo algo late, fuerte, por ti. Que no era solo sexo, no, no lo era.
Yo supongo nunca supe lo que era el amor, porque todo el que tenía a mi lado fracasó. Absolutamente todo. Y yo sólo quería un abrazo y un: buenos días. Cuando aparecía por tu puerta y me jugaba el culo por estar contigo.

Y sí, supongo que será amor porque todavía espero que te quedes. Que vuelvas, como siempre. Que me traigas la calma que te llevaste por - ya no sé ni cuánta vez -.
Y sin embargo, te odio. Porque solo piensas en ti. Porque crees que eres el único con el corazón roto. Porque piensas que no sé cómo se siente estar sola rodeada de gente. Pero cariño, sé lo que es estar sola rodeada de amigos e incluso de familia. Sé lo que se siente cuando la gente cree que eres un bicho raro, y te deja a un lado porque... ni siquiera sé por qué.
Y sé lo que es tener el pecho vacío, lo que es pasar una cuchilla sobre las venas, lo que es mezclar pastillas para que todo se acabe. Y dios, sigo aquí.
Y no conocía peor forma de suicidio que la de quedarse contigo. Y quizá si mi vida eres tú, me estoy suicidando. Pero no lo eres. Yo sólo quería quererte todos los días, que te alegrases de volver a verme, que me leyeras tus poemas y que me abrazases en la cama hasta quedarnos dormidos.
Yo no quería atarte a mí, ni quería regalos de navidad ni viajes a la playa con tus padres.
Sólo hacerte feliz. Eso era todo lo que yo quería de ti. Ni siquiera miraba por mí. Y tienes los cojones de pensar que todo es culpa mía. Que siempre me enfado por tonterías y que no te entiendo.
Bien, pues háblame, pero esta vez, dime algo.
Yo ya no sé si quiero que vuelvas, si quiero que regreses, que te quedes, que me dejes en paz para siempre.
Pero te quiero, hijo de puta. Y te puedo asegurar que ninguna chica va a quererte como yo lo hice, como yo lo hago.
Así que sigue buscando en los garitos a tu alma gemela. Sigue creyendo que es ella la que va a salvarte.
Sigue con tu vida y no me olvides, porque llegará el día en el que te arrepientas de haberme perdido.
Y yo, mientras tanto, prometo cuidarme y ser la chica perfecta que nunca fui para nadie.

miércoles, 13 de mayo de 2015

renton, my darling




No quiero tener que elegir la vida, quiero meterme algo que me haga olvidar que no me soporto a mí misma; poder fumar hachís por la mañana mientras alguien abraza la almohada de mi cama. 
Tener algo por lo que levantarme cada día, quererme un poco a mí misma y sonreírle al espejo. Dejar de ser una chica triste y bailar en los garitos a donde voy casi por instinto a emborracharme mientras no soporto a la gente y salgo a fumar a la puerta.
Olvidaste que yo también lo perdí todo antes de conocerte. Y que quizá creí que tú serías diferente. 
Pero no nos engañemos, tú sólo eres otro chico triste de mierda que se divirtió viéndome sufrir a su costa. 
Un puto yonki. Un hijo de puta al que le gustaba llamarse "poeta" pero no era capaz de leer unos tristes versos a la chica que se había dejado la puta vida por verte sonreír.
Así que no te atrevas a llamarme egoísta. Yo no me rendí. Fue tu puta manía de joderme la vida la que decidió que me largase. Y aún así sigo esperando por si tienes algo que decir. 
Por si aún recuerdas que prometiste intentarlo y yo sólo veo cocaína en tu bolsillo y no mis manos quitándote la ropa. 
Que va, yo no soy perfecta ni mucho menos. Estuve follando con otro mientras tú te metías toda esa mierda en los lavabos. Pero no es nada personal, y mira por dónde fui capaz de hacer lo que no hice contigo: mandar todo a tomar por culo.
También te he maldecido un millón de veces en voz alta, y te compuse una canción que no escucharás nunca.
Quizá si vienes al concierto.

No me gusta esta vida. Estoy tratando de recordar en qué momento se fue toda mi vida a la mierda. Dónde se quedó Laura y qué cojones es en lo que me he convertido.
Puede que esta presión en el pecho me acabe matando. Y sino será el nudo en el estómago. Ya no sé si la angustia es del nudo o si probablemente tendré que preparar mi tiro en las sienes.
Elegí no elegir la vida.
No quiero tener nada que ver con todo lo que os habéis creído que es vida. Con esa rutina de mierda de despertarse cada domingo y preguntarte quién eres.
De no tener ningún sentido, ni sueños.
Sólo otro chute de algo.
Sólo otra cosa que me recuerde que estoy viva, aunque lleve tanto tiempo muerta por dentro.
Yo ya era una chica triste antes de conocerte, no creas que tú tienes algo que ver en esto. Sólo te odio y te quiero más de la cuenta. Sólo me has sacado el corazón del pecho y lo has hecho tu turulo. Sólo tengo el alma calada de llorar por dentro.

Si vas a matarme hazlo ya
y deja de quedarte a medias siempre.

sábado, 9 de mayo de 2015

hostal



Ella abrió el gas,
y le dijo: bésame
como si escuchara
se preguntaba por qué
le había elegido a él
entre un millón de miradas tristes.
Pero nunca encontraba
la respuesta
y él siempre se paseaba
por los pasillos
de la habitación del hostal
con miles de poemas
esparcidos por el suelo
y ella en su cama desnuda
siempre se fumaba un cigarrillo.

Y los poemas echaron a arder,
por dios,
se lo ha llevado todo
y el gas hizo perecer
lo que él había escrito para ella
mientras su musa
desnuda
y con el alma rota
abrió el gas
y cerró los ciclos.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Drogadicción, ludopatía; y esas mierdas.



Cuando escribes una carta de suicidio sueles empezar por el principio.
Por cuando empezaste a sentirte una mierda entre un millón de mierdas felices. No hace falta dar explicaciones, ni que lo entiendan. Es mi suicidio personal.
Luego sueles soltar algún insulto, maldices a un par de personas que te han jodido la vida y piensas que quizá deberías hacer algo.
Pides perdón, aunque no sé muy bien por qué. Perdón, simplemente. Supongo que porque morir también cuesta dinero.
Bueno, y por algún daño colateral que pueda surgir después de que encuentren tu cuerpo muerto en la habitación y una nota al lado con un nombre.
Yo hablé con el diablo, el de la guarda. Siempre habrá tiempo para morir, ¿por qué hacerlo ahora?
Y no es que me guste drogarme, ni que dependa de una sustancia para poder sentir algo. Es que vivo en una jaula demasiado pequeña, y no voy a mentirte, tengo cierto apego por ellas. Por eso de que me hacen sentir.
Pero no le digas al adicto que lo deje, porque el amor siempre vive en tu memoria. 
Yo te di todo. Quizá fue insuficiente. A veces con miedo, por si se rompía la coraza. Nunca te pedí que dejases la droga, te animé a dejarla. Pero siempre contigo, sabiendo que el drogadicto se pone, luego se quita y luego se pone.
Pero la carta de suicidio omite todo lo bueno, porque no quieren que lo tomen por tonto. Ser feliz también es un castigo. Yo siempre miro al suelo cuando ando; busco excusas para no miraros a los ojos. 
Me dais asco.
Me desenvuelvo como puedo, y soy una romántica. Le pido deseos a las fuentes por un beso. Bebo más de la cuenta y a veces dejo que me miréis a los ojos.
Omitiré los días de lluvia, o de sexo.
Me caes muy bien cuando suspiras al verme desnuda. 
Podría ser menos sincera, decirte lo que quieres oír, como una marioneta. Pero no soy esa clase de persona que se preocupa en agradar a gilipollas. Puedo asentir y sonreír si eso calma tu ansiedad de contarme mierda que no me interesa, pero no me preguntes si no quieres oír la respuesta.
Hay lluvia en mis ojeras, a veces. 
Me busco la vida como puedo, le sonrío a los niños pequeños y a los ancianos que fuman en el parque.
No quiero ser la poeta triste que escribe dramas en cada cama en la que deja que la desnuden. Sírveme whisky, que siempre he sido de leer Bukowski y hacer la calle como las putas.
Le pido un poco de tregua al camarero cuando viene y me pregunta qué deseo.
Tengo pendientes mil viajes,
dejar toda esta mala vida a parte
sacarte de la mierda y que vengas conmigo. 
Jamás volverás a pasar hambre y seremos dos tristes enamorados de una ilusión que no existe.
Hazme el amor, hazte el turulo, déjame ser tu guardián entre el centeno.

domingo, 3 de mayo de 2015

Domingo.


Me parece indiferente lo de esta entrada,
pero es domingo
tengo resaca y estoy cansada.
(El vídeo es de ayer, no de hoy. No por nada, sino porque).

viernes, 24 de abril de 2015

street


No te di las manos por si me veías temblar, y dejé el cigarrillo entre mis labios para tener una excusa por la que respirar.
Y no te culpo de las veces que me rompo por dentro cuando hablas y no me dices nada. Ni creo que sea necesario decirte que yo te lo digo todo cuando cierro la  boca y te miro a los ojos.
Aunque tú no lo sepas, nos decíamos tanto.
Aunque a ti eso no te recuerde a mi sonrisa y ni siquiera recuerdes que te canté a oscuras esa canción mientras tus brazos rodeaban mi cintura.
No tengo miedo de romperme, sino, más bien de cortar con los pedazos. Porque fui yo la que dijo adiós aquella tarde y tú ni siquiera me miraste a los ojos.
Y te he regalado poemas tristes que escribí mientras lloraba. Aunque la vida me haya enseñado que el tiempo todo lo cura y yo siga queriendo romperme entre tus brazos.
Yo seguí escribiéndote en los días grises, e incluso en los soleados, cuando se supone que nada es triste. Y te vi reflejado en el espejo cuando abrí mis venas y lloró mi cuerpo. Y mis ojos miraban el espejo como si de verdad estuviesen viendo algo.
He de decir que no todo es malo, que me he dejado el corazón en la habitación de al lado por si abrías la puerta y a veces el pomo quería girarse, pero nunca abrirse.
Y quizá se me olvido quitar el pestillo.
Que también has sabido arreglarme y curar mis heridas. Que has cerrado los ciclos, pero luego los has abierto. Por eso de que la noria gira siempre, y lo del ying y el yang.
Has sabido decir la palabra exacta. Aunque el destino sea caprichoso, a veces, y no sea el momento exacto.
Quizá en otra vida, con otras cicatrices.
Y a veces soy yo, cuando no soy nosotros. Y te juro que soy una amante horrible. Que no dejo de pensar en tus ojos cuando los suyos me miran. Que le sonrío por compromiso.
Cuando soy yo, sin ti, todo da vueltas y no veo nada claro. Nada que no sean ganas de morir y de comprar otro paquete de tabaco. Y joder, qué asco doy.
He tratado de ordenar las cosas, hablar conmigo y poner en orden mis prioridades. Lo intento.
Bueno, sólo lo pienso. Y lo voy dejando para mañana. Para uno que nunca llega.
Me engaño, lo hago porque no quiero oírme. No quiero escucharme decir que todo está mal y que debo arreglarlo. Yo que siempre he tratado de esquivar los problemas y de moverme por impulsos. No puedo pedirme pararme a pensar en todo esto. En qué voy a hacer con mi vida y qué pienso ser cuando soy sin ti. Porque, lo quiera o no, voy a tener que ser yo sola y tú no podrás quedarte para siempre. Porque ya no lo haces. Y a ver qué hago yo con toda esta incertidumbre si no vuelves para decirme que soy un puto desastre.
Así que cierro los ojos para no oírme, aunque de vez en cuando me grite en silencio, que tengo que hacer algo con toda esta sangre. Y de verdad, no sé por qué no soy capaz de arreglarme.
No voy a mentirte, me das seguridad y me sostienes toda esta miseria. Así que no me grites si soy pesada, si te pido que te quedes y te lloro a escondidas cuando el mundo se me viene encima y tú no estás para ayudarme.
Dame más besos en la frente y dime eso de que soy una zorra.
Pídeme un abrazo y yo te daré mil más. Pídeme lo que quieras que lo haré, con tal de quedarme otro ratito apoyada en tu pecho, porque me haces sentir viva.
Y hace mucho tiempo que soy una puta suicida que camina por calles oscuras a altas horas de la noche por si alguien me destripa y acaba con esto.
Aunque nunca llegue.
Aunque todo sea en vano.
Perdóname si vi en ti lo que en los demás no vi.