martes, 31 de marzo de 2015

Fénix.


Cuéntame otra vez el cuento
de que me quieres
y de que el mundo sobra.
O quédate mirándome otra vez,
mientras me mientes
y me dices que me recoja el pelo.

Yo sigo mirando al suelo cuando ando
y me la suda que sea de pesimistas
y de que me estoy perdiendo el cielo
y de que ninguna mirada se cruza
con mis ojos tristes
porque yo no le dejo.
Miro al suelo porque busco consuelo en mis zapatos. No sé, que dejen de pesarme un rato. Que ni siquiera llevo una carga tan grande a la espalda.
Que a ver si dejo atrás el pasado
y empiezo a ver un futuro.
O simplemente porque me dais asco.

Estoy cantándole canciones tristes al piano
y hace que retumbe entre sus huecos
no se lo digas a nadie,
pero he visto llorar a mis demonios
cuando me giro y sonrío sin razones
o cuando me vieron enrollar el billete
y todo se detuvo un instante.

He contado ovejas, defectos y el gotele del techo más de un millón de veces
antes de cerrar los ojos
y poder darme algo de tregua.
Pero cada vez me cuesta más
y cada día duermo un poquito menos.
Y sigo viéndote tan triste y tan frágil
que necesito tenerte entre mis brazos
sin importar nada de lo que yo cargo.

Y llegará el día en que mis pies ya no aguanten el peso
en que todo se derrumbe y se venga abajo
y seré yo la mala del cuento
la que se rindió cuando dijo que no lo haría.
Y quizá debería hacerlo.
Y quizá tú deberías ser sincero.
Decirme que no soy tu tipo,
pero que follo de puta madre
que no quieres nada con mis ojos
pero sí que te mire cuando me muevo encima de tu cintura.

Abrir la botella y brindar por mí
colocarme el cigarro entre los labios
y morir lento.
Pero que nadie se fije en los ojos que llevo.

Dime entonces, que no son tus demonios contra los míos. Que son tus ganas de morir contra mis ganas de seguir buscando un motivo por el que estar viva.
Y follarme todas las despedidas que nos damos con un beso
que no dice nada
que no pide que vuelva
que casi me invita a decir adiós
y cómo odio las despedidas.

Dime, pues, que no soy yo. Que yo estoy preciosa. Que has vuelto a empalmarte cuando has olido mi perfume, y que has olvidado todo lo que querías decirme.
Pero no vuelvas a decirme que me quieres
nunca
ni me pidas que mienta por ti otra vez.

Estoy cansada del beso,
del cigarro de después
y de la autodestrucción de cada día.

viernes, 20 de marzo de 2015

we can try.


Tengo ese nudo en el pecho, otra vez. Y tú no estás aquí.
Estoy pensando en saltar, y que le jodan al vértigo, estoy cansada.
Te echo de menos, quiero abrazarte. Quiero que te quedes, pero que te vayas muy lejos.
Necesito un cigarrillo y que me ofrezcas fuego. Que me invites a quererte o a quedarme.
No sé, llámame. Dime que todo está bien, que vuelves a querer intentarlo, pero esta vez de verdad.
Dime que estoy preciosa desde que soy sincera cuando miro a tus ojos. Que deje de regalarle mi corazón a todo lo que me rodea, porque lo necesito cerca, como a ti.
Dime que no estoy soñando, porque hace tiempo que siento que nada de lo que hago es real. Que nada de esto está pasando. Que estoy viva, ahora, y es de verdad. Hazme bailar a tu lado, cógeme de la cintura y bésame cuando ves que te miro y me guardo las ganas de llorar. No dejes que vuelva a marcharme. No permitas que piense en ese adiós siquiera. 
Me siento tan, tan débil que si me abrazases rompería a llorar en tu camisa. Y no dejo de pensar en aquel día, cuando me pediste que no te soltase. Que para sentir algo en un abrazo había que estar más de seis segundos y cerré los ojos cerca de tu pecho. Respiré tu aire, tu perfume. Y cuando me aparté te pregunté: ¿has sentido algo? y respondiste: demasiado. Y me soltaste casi de inmediato. Y me dejé caer. Aquel día soltaste algo más que mi cuerpo. Y ni siquiera escuchaste los pedazos caer.
Una vez más vuelvo a sentirme un juguete entre tus brazos.
Dijiste que querías quedarte, que querías intentarlo. Y yo me pregunto, ¿el qué? ¿quieres ver si al final consigues derrumbarme por completo? ¿cuánto de masoca puedo llegar a ser?
No entiendes nada, ¿verdad?
No vuelvo por mí. Yo nunca vuelvo por mí. Hace tiempo que sé que no son tus ojos en los que me reflejo. Hace tiempo que sé que no son tus manos las que me sostienen cuando todo se viene abajo. Y hace tanto que sé que no es a mí a la que quieres ver cuando despiertas, que decidí apagar las luces de tu cuarto. Quizá para que no vieras cómo me rompo entre tus sábanas. Para que no veas mis ganas de romper a llorar cuando dejas de abrazarme. Porque no soporto ver cómo me miras. Saber que no es a mí, que no soy yo lo que esperas ver.
Y tú sigues creyendo que vuelvo para abrazarme a mí cuando sonríes.. que soy una egoísta. Que todo esto es por mi corazón roto que quiere completarse con tu otra mitad echa pedazos. Y quizá no sabes que soy tan triste que todo lo que toco se vuelve de color oscuro. Que mis lágrimas han dejado de caer sobre la comisura de mis labios cuando me miro al espejo.
Y quizá tampoco llamarás hoy. Ni estarás pensando en mí. Ni habrás bajado del bus esperando ver mi sonrisa.
Estoy pensando en saltar, y sé que tú no estarás abajo.
Sólo el tonto mira al cielo.

martes, 10 de marzo de 2015

la chica del millón de dólares



Estaba pensando en las infinitas ganas de morirme entre las cuatro paredes de esta habitación y que, sin embargo, rogaría piedad si alguien apareciese apuntándome con un arma. No tengo mucho dinero, ni tampoco nada que ofrecer al mundo. Supongo que ni siquiera podría ocurrir. Nadie malgastaría su tiempo en apuntarme con un arma, y mucho menos en apretar el gatillo. Y no sé si es un alivio.
Estoy tratando de abrir el libro y estudiar un poco, llegar al examen y clavarlo. Que mi madre se sintiera orgullosa. Que yo me sintiera orgullosa.
En cambio, estoy sentada en el sofá leyendo un libro, fumando un cigarrillo y contando historias a alguien que ni siquiera conozco. Podrías dejar de leer y no malgastar tu tiempo en mis mierdas. Ni siquiera habrás leído el auxilio de entre líneas que dejo en cada texto. Tampoco has visto mis ojos, no sabes que tengo manchas marrones al rededor del iris, que estoy cansada de explicarlo; son pecas. Ni tampoco me has visto las ojeras, ni me preguntas cómo estoy, ni yo doy mil rodeos, te digo mil cosas y al final no te he dicho nada. Ya has olvidado la pregunta y vuelves a tus cosas. Cada uno con lo suyo.

Sácame de aquí. Estoy sola rodeada de gente, me pesan los párpados. Cierro los ojos con fuerza, pero voy ciega. Muchísimo. Y tengo la sensación de que todo el mundo está en mi contra, no bajo la guardia ni un segundo, pero no veo más allá de mis narices. No dejo de mojarme los labios, y los brakets se me enganchan en las mejillas. Tengo heridas y los labios cortados. Da igual, ya he perdido la cuenta de las caladas que le he dado. He liado tantos que casi no quiero más. Mierda, ya lo tengo entre los labios y el mechero está encendido. ¿Yo para quién hablo?

No soy sexy, no soy la chica que camina con tacones y se gira toda la disco; soy la que odia la disco y el alcohol que no sea Whisky ni cerveza. No tengo unos ojos azules y grandes, son marrones, caídos y un poco bizcos cuando no sé dónde mirar. No tengo unos labios perfilados, son gorditos y agrietados.
No llevo escote, ni tengo las tetas enormes, más bien podría ser un hombre e incluso algunos tendrían más que yo. No llevo pantalones cortos ni con 40°C, no lo sé, llámame loca. Tengo unas piernas perfectas, pero eso qué importa. Tengo curvas y un culo de 10, pero tendré que ir desnuda o subirme la camiseta para que puedas llegar a verlo. Follo bien, o eso creo. Supongo tampoco tiene importancia.
No soy la chica que te dedica canciones de amor, más bien  la que te envía 'Helena - The Misfits' y se ofende si la llamas guapa. No soy la chica que te envía un texto en whatsapp diciendo lo mucho que te echa de menos, soy la que llega a casa y tira el móvil en la mesa. Mañana será otro día. No soy la que insinúa que quiere acostarse contigo, soy la que te mira a los ojos y te lo dice directamente, sin rodeos.
La que se enciende el cigarrillo después del polvo y se queda mirando a la nada, no preguntes, yo tampoco lo sé. Soy la que no se enamora nunca, y se enamora del capullo que es igual que ella y la deja en la cama mientras ella quiere quedarse a abrazarle.
Soy de las que cree en el karma, de las que te miran a los ojos y ya saben de qué pie cojeas. La que está callada en el fondo y analiza a medio garito. La que escribe palabras vacías en un folio y luego se las fuma.
La chica sin futuro que nadie quiere, la de los ojos tristes y la sonrisa de mierda. La que tiene el autoestima por los suelos y a veces se para a pisarla. La masoca que vuelve para tropezarse otras 30 veces con la misma piedra pero pone punto final y se larga. Pero sólo cuando lo pone, ten paciencia, tardará lo justo. En el momento más inoportuno, entonces es cuando lo hará. Esa soy yo. La que apuesta al 14 y cuando apuesta al 3 sale el anterior. La que guarda todo dentro hasta que estalla, y nadie sabe qué ha pasado. "Joder, tampoco es para tanto"
La que no llora nunca hasta que muere un animal en la peli. La chica que todos buscan, por apariencia, por el morbo de la locura. Porque está loca. Porque es divertida y folla de puta madre. Pero empieza a acojonar cuando tiene cambios bruscos de humor, porque se ha cansado. Porque paso de aguantar sus movidas. Tampoco la quería tanto.
La chica del hola y adiós, la del porro y la cerveza y la música ska. La que a veces llora cuando se acuerda de ella. La chica perdida que no tiene valor, porque ella se lo quita. Porque nadie la quiere. La chica que no grita en el parque de atracciones, la del café a las siete de la mañana, pero también el de las seis de la tarde. La chica que juega a los videojuegos pero no tiene ni puta idea, y se pica si la ganas. En serio, cuidado, no la ganes ni te dejes ganar. Sólo apaga la consola y follatela en el sofá. Luego dale un beso en la frente y abrazala, pero no dejes que respire.
Soy esa;
pero no ella.


miércoles, 4 de marzo de 2015

What nobody writes me.


Aquella mañana ella estaba preciosa, el mechón de pelo que era más largo que el resto le caía por el rostro y rozaba sus labios con ternura, esperando para que yo lo retirase y pudiese besarla. Sin embargo, tenía la cara triste, sus ojos me gritaban auxilio y sus labios parecían cansados. Tiritando para controlar que no le escapase ni una sola lágrima.
La acerqué contra mi pecho y dejé que escuchase mis latidos.
Sequé sus lágrimas y le traje su taza de café diaria a la cama. No se le pueden pedir sonrisas a la tristeza, pero ella lo hacía y el mundo era demasiado pequeño en comparación.
Dio el primer sorbo con miedo, y me miró de reojo.
Ojalá supiera lo mucho que valen sus ojeras, su mirada triste y todas sus cicatrices.
Coge un cigarrillo, papel y el chivato de la mesilla. Termina y se lo coloca entre los labios, y es increíble como algo mortal me parece precioso cuando es ella la que enciende el mechero y no da tiempo a que el viento apague su miseria.
Deja escapar el humo. Respira hondo y da un trago a su café. Nada le importa una mierda y está desnuda sobre mis sábanas. Tiene sus tetas descubiertas y se tumba hacía atrás y da otra calada más. Noto cómo se inflan sus pulmones y como su pecho le marca las costillas cuando se tumba. También su cadera es ahora más delgada y las sábanas no me dejan ver más. Cosa que la hace más sexy y misteriosa. Vuelve a llenar sus pulmones de esa mierda. Cierra los ojos y piensa en la muerte. Sonríe.
Ya habrá tiempo para eso.
Mientras tanto se deja el pelo despeinado y baila desnuda por la casa; canta y me sonríe cuando le pido que me bese.
Recoge su pelo en un moño que deja a la vista su piel; y el pelo se descoloca entre la goma del coletero. Deja dos mechones caer sobre sus mejillas y deja al descubierto los dos lunares de la clavícula.
Sale de la cama y coge mi camiseta de "Santa Cruz" azul, naranja y blanca; con el logo de la mano a la espalda y se pone las braguitas azules de encaje que tanto me gustan. Se tira en el sofá y me invita a su lado, me besa tan despacio que casi puedo saborear aún el humo que desprende su boca. Rodea mi cintura con sus piernas y me pide que le diga cuánto la quiero. Sonrío y la beso. Y sé que con eso le basta, que pasa de palabras vacías y me abraza con fuerza.
Y me mira de esa forma tan extraña. Su mirada inquieta que no sabe dónde pararse. Que me analiza en un segundo y no deja que mi mirada sea triste aunque la suya se esté muriendo poco a poco. Y sonríe tantas veces que me confunde. La oigo reír a carcajadas y pone las noticias para burlarse.
"Cariño, no te preocupes, todo va bien. Las noticias dicen que estamos saliendo de la crisis, que la educación cada vez es mejor y que el paro está bajando" y ríe irónicamente "¡igual es porque los trabajadores se van del país a "transitar Alemania" porque aquí ya no queda nada!" y escucho el mechero. Es una jodida cría, y apaga la tele.
Deja la habitación cerrada y entre abre la persiana. Hay tanto humo en la habitación que yo también estoy colocado. Y sigue estando preciosa.
"Te he escrito un poema", me dice. Y se pone a recitar:
Anoche pensaba en la muerte
me besaba y me cogía de la mano
yo miré tus labios y me quedé inerte
me dijo que nada de esto había pasado.

Desperté y te vi dormido,
a mi lado como siempre
me acurruqué a tu lado
y te abracé como de costumbre.

Quizá tú no lo sepas
porque no suelo decírtelo
pero gracias
por todo lo que me das sin pedírtelo.

No te mereces mi tristeza, ni mis malas caras
anoche me despertó la muerte
con ganas de tenerme entre sus garras.