jueves, 29 de enero de 2015

28 de enero, no os engañéis.



Podrías haber sido tú el que golpeaba la puerta, para sacarme.
Pude haber sido yo la que golpeara la puerta, para salvarte.
Pero no fuimos ninguno, y yo salía mientras tú entrabas, o qué sé yo.
Hoy quiero tener algo de paz, por si vienes proponiendo guerra
Por si tengo que darte tregua.

Puedes entrar despacio y dejar tus miedos sobre la mesilla de noche, o puedes ponerlos junto a los míos, pero por favor, no hagas ruido; que los despiertas.
Dejo los cigarrillos en la salida, para que puedas despedirte, o para que tardes más en irte y no tenga que volver a subir las cuarenta y seis escaleras hasta tu puerta. O para que no termines de besarme nunca; tú creerás que no lo sé pero te quedas mirando incluso cuando ya me he dado la vuelta, y yo me quedo sonriendo hasta que me doy cuenta de que probablemente ya no volveremos a vernos. Y llevo de la mano toda la incertidumbre, que me descoloca y me deja la mirada perdida. He perdido trenes por quedarme esperando en tu andén, pero también me he desnudado en otras camas por despecho (no).
(Pero) con el corazón sobre tus sábanas, porque tú has sido mi habitación de al lado, y no sé cómo explicarte que no pude marcharme cuando me lo pediste. Igual que tú te marchaste cuando pedí que te quedaras.

Puedes entrar y descolocar los cajones donde guardo todas mis letras vacías
O puedes quemar las poesías que te regalé, total, ya no sé dónde las guardé cuando te fuiste.
Quise gritar todo lo que me estaba callando, lo juro, quise decir que te quedaras. Quise poder levantarme y decirte que todo esto se me da peor que a ti, y que sólo quería que supieras lo mucho que significaba para mí lo que tus ojos decían cuando bajabas la mirada.
Pero en lugar de eso me dejé caer sobre mis rodillas y me tape la cara con la manga de la sudadera (como cuando no quiero que veas lo mucho que sonrío cuando estoy contigo) y pasó el tiempo tan despacio, o tan rápido, que cuando quise ir a buscarte ya te habías ido, y para entonces yo ya me había dejado morir en las esquinas donde me iba parando para gritar en silencio lo mucho que quería gritar lo estúpido que eres.
Luego me fumé un cigarrillo y pensé en no volver a verte nunca. Y la cerveza estaba tan fría que creo que consiguió calmar un poco todo lo que me estaba quemando por dentro.
Después estuve esperando un mensaje. Estuve tanto tiempo sin llorar que realmente llegué a pensar que había muerto en aquel parque. Empecé a no dormir nunca, porque sólo lograba verte a ti con mi corazón pisoteado y tu nariz hecha tabaco por no recordar que fuiste tú el que decidió darle una patada a la única persona que se habría quedado a abrazarte incluso después de eso.
Y entonces, no sé, cambié los cigarrillos y los guardé en el cajón donde nadie nunca mira, donde guardo la maría y todas las cosas que me muero por decir pero nadie me pregunta. Y supongo que el mundo se te vino encima, o abajo (y tú y yo sabemos que a veces, cuando todo pesa, hay que quitarse la ropa para darse algo de ventaja) así que volví a dejarme los calcetines puestos, por si había que salir corriendo con las bragas en las manos, dispuesta a gritarte dónde estaba el resto de mi ropa.

Me quitabas la ropa como las dudas, despacito y sin mediar palabra alguna, para joderme otro ratito y volver con las manos vacías a casa. Me quitaste la cordura y el amor propio, y me tensabas la cuerda de las manos. Por si volvía, o por si decidía irme.
Me quitabas la ropa para ponerme sobre tus penurias, donde escribías todas tus miserias y los reflejos de los ojos de otra chica. Me dejaste el corazón roto, en otra habitación, donde no existía el pegamento, ni las manos en las que descansaban mis miedos. Déjate de tonterías y de habitaciones paralelas, que yo me enamoré de tus miserias, de tus palabras a medias y de tus nudos en la garganta. De todas las veces que me decías que todo estaba mal, y que no podíamos seguir viéndonos. De esos ojos que no dejaban de gritar un poco de auxilio.
Quizá sea yo, pero tus manos eran más firmes cuando recorrían mi cuerpo. Todos tus gestos eran más dulces cuando nada se interponía entre tu infierno y el mío. Como si quisieras quedarte para siempre y supieras que estabas donde querías estar. Vuelvo a pedirte perdón por ser tan analítica con todo esto. Pero no por ti, sino por mí y por todas las veces que te mando a la mierda y luego te beso antes de atreverme a mediar palabra alguna.

Estoy acojonada, realmente no sé qué hacer. No tengo ni idea de qué movimientos son los que debería hacer para que las cosas me salgan bien de una puta vez. Y lo único que pido es llegar a casa hasta los cojones del mundo y que tu sigas ahí esperándome. Que estés ahí cuando nada tiene sentido. Que quieras complicarte un poco la vida conmigo. Que terminemos todas nuestras peleas en polvos y que nunca se te olvide que voy a quedarme incluso cuando quiera levantar la voz para mandarte a la mierda.
Y que tú sientas lo mismo. Que San Valentín nos celebre a nosotros y que cada cumpleaños nos perdamos en cualquier parte de esta mierda de pueblo. Que no nos felicitemos por hacernos más viejos y celebremos que ya está un poco más cerca la muerte. O que la muerte sienta celos de las veces que he muerto por ti y tú por que no llorase.

No me pidas que no lo haga. No me digas que todo esto es por mi bien, y no vuelvas a ser el gilipollas que no se acuerda de su nombre a las tres de la mañana. Que seas feliz a medias, o que por fin sientas que no todo es una mierda cuando el día se pone de nuestra parte. Yo prometo dejarte libre, pero no pretendas que deje de preocuparme por tus hábitos.
No dejes que yo sea el motivo de nada en tu vida, y mucho menos de que ella sea el motivo de tus ojeras, o de tus manías. Ojalá pudieras verte con mis ojos, y te dieses cuenta de que todo esto es por ti, y porque hace tiempo que mereces que alguien te diga al oído que todo va a salir bien. Y que alguien se quede y confíe en todo lo que sabes y te esfuerzas por saber hacer.
Que se quede y todo vaya lento, por una vez. Que tu vida deje de ser impulsos y empiece a bajar el ritmo. Que ya no pregunten por ti en los garitos y que dejen de salvarte la vida cada vez que sales.
Quédate conmigo si crees que lo merezco, porque yo también quise desaparecer para siempre, y dime, ¿por qué no saliste a buscarme?
Yo también quise desangrarme, y me inflé a pastillas cuando viniste a reprocharme mis heridas.


Por eso te pido (te exijo), que te cuides; por el hijo que no tuvimos.

martes, 13 de enero de 2015

No feelings, just sex.



Hago un llamamiento a la cordura, que parece volver a fallarme.
Voy a volver a traicionarme, aunque ya he perdido la cuenta de las veces que me medico con las mismas historias de siempre.
Soy una chica de costumbres, no soy fan de los cambios y me adapto (mal, fatal) a las circunstancias que me rodean - lo cuál es irónico ya que apoyo ciegamente la anarquía - y me gusta llevar el pelo despeinado. Me gusta bailar rock and roll en los discos de vinilo que me regaló mi padre y seguidamente cantar 'Romeo and Juliet' de Dire Straits mientras me tumbo en el sofá y junto, zarandeo y juego con la punta de mis pies.
Me quejo unas cien mil veces al día, de todo en general, y me fumo un cigarrillo pensando en si quedará sexy esta imagen tan desaliñada y despreocupada que reflejo.
Me acuerdo de ti, pero también de que tengo que vestirme por las mañanas, lo cuál no veo cuál es la diferencia. De hecho, casi me parece un logro recordarlo.
- Eso no, que vas al instituto, ¿no te das cuenta de la imagen que das con esa ropa?

- ¿Imagen? Voy al instituto a aprender, esto sólo cubre mi cuerpo.

Así que vuelvo a desvestirme y me pongo una sudadera que no tenga dibujos de manos liándose un porro.
¿Qué? No me mires así, es tan calentita.

Soy "ese tipo de", que quiere que se la recuerde como "aquella chica que le echaba una cucharadita de Nesquik al café y follaba mejor de lo que había escuchado".
De ti quise que mis hijos llevaran tus ojos, pero no vamos a engañarnos, eso jamás habría ocurrido.

Tengo cierto problema con los hombres con trastornos mentales, o simplemente tan tristes que ellos en sí son un problema. Siento unas ganas irremediables de abrazarles y prometerles que todo irá mejor cuando yo llegue a sus vidas. Reparar corazones rotos, con una inmensa herida en el mío. De usarlo como cenicero, lleno de agujeros de colillas que una vez rozaron tus labios.

Soy de esas mujeres que ama la lluvia y la ama con todas sus consecuencias, que ha bailado, corrido y gritado pero nunca ha besado bajo ella. La que pisa los charcos y se abraza a sí misma cuando por fin el frío cala dentro.

Voy a convencerte de que podría haber sido la mejor historia de tu vida, y por supuesto voy a follarnos hasta que tu cuerpo aguante, luego volveré a ponerme mis braguitas y volveré a casa sin ningún tipo de pregunta, ni incertidumbre, ni miedos. Sólo voy a volver, con la esperanza de que no me llames nunca, pero que volvamos a repetirnos de vez en cuando.

Voy a llamar a mi cordura para que me explique qué es lo que ha hecho, y voy a volver a casa con el amor propio intacto.
Soy ese tipo de chica que se odia mucho a sí misma pero no esconde el brazo cuando tira la piedra.

Soy de esa clase de chicas que, escribe esto, lo titula y vuelve a traicionarse unas diez veces por dentro.

Miércoles, 14 de enero de 2015.
02:24


Que os den.