Podrías
haber sido tú el que golpeaba la puerta, para sacarme.
Pude haber
sido yo la que golpeara la puerta, para salvarte.
Pero no
fuimos ninguno, y yo salía mientras tú entrabas, o qué sé yo.
Hoy quiero
tener algo de paz, por si vienes proponiendo guerra
Por si tengo
que darte tregua.
Puedes
entrar despacio y dejar tus miedos sobre la mesilla de noche, o puedes ponerlos
junto a los míos, pero por favor, no hagas ruido; que los despiertas.
Dejo los
cigarrillos en la salida, para que puedas despedirte, o para que tardes más en
irte y no tenga que volver a subir las cuarenta y seis escaleras hasta tu puerta.
O para que no termines de besarme nunca; tú creerás que no lo sé pero te quedas
mirando incluso cuando ya me he dado la vuelta, y yo me quedo sonriendo hasta que
me doy cuenta de que probablemente ya no volveremos a vernos. Y llevo de la
mano toda la incertidumbre, que me descoloca y me deja la mirada perdida. He
perdido trenes por quedarme esperando en tu andén, pero también me he desnudado
en otras camas por despecho (no).
(Pero) con el corazón sobre tus sábanas, porque tú has sido mi habitación de al lado, y no sé cómo explicarte que no pude marcharme cuando me lo pediste. Igual que tú te marchaste cuando pedí que te quedaras.
(Pero) con el corazón sobre tus sábanas, porque tú has sido mi habitación de al lado, y no sé cómo explicarte que no pude marcharme cuando me lo pediste. Igual que tú te marchaste cuando pedí que te quedaras.
Puedes
entrar y descolocar los cajones donde guardo todas mis letras vacías
O puedes
quemar las poesías que te regalé, total, ya no sé dónde las guardé cuando te
fuiste.
Quise gritar
todo lo que me estaba callando, lo juro, quise decir que te quedaras. Quise
poder levantarme y decirte que todo esto se me da peor que a ti, y que sólo
quería que supieras lo mucho que significaba para mí lo que tus ojos decían
cuando bajabas la mirada.
Pero en
lugar de eso me dejé caer sobre mis rodillas y me tape la cara con la manga de
la sudadera (como cuando no quiero que veas lo mucho que sonrío cuando estoy
contigo) y pasó el tiempo tan despacio, o tan rápido, que cuando quise ir a
buscarte ya te habías ido, y para entonces yo ya me había dejado morir en las
esquinas donde me iba parando para gritar en silencio lo mucho que quería
gritar lo estúpido que eres.
Luego me
fumé un cigarrillo y pensé en no volver a verte nunca. Y la cerveza estaba tan
fría que creo que consiguió calmar un poco todo lo que me estaba quemando por
dentro.
Después
estuve esperando un mensaje. Estuve tanto tiempo sin llorar que realmente
llegué a pensar que había muerto en aquel parque. Empecé a no dormir nunca,
porque sólo lograba verte a ti con mi corazón pisoteado y tu nariz hecha tabaco
por no recordar que fuiste tú el que decidió darle una patada a la única
persona que se habría quedado a abrazarte incluso después de eso.
Y entonces,
no sé, cambié los cigarrillos y los guardé en el cajón donde nadie nunca mira,
donde guardo la maría y todas las cosas que me muero por decir pero nadie me
pregunta. Y supongo que el mundo se te vino encima, o abajo (y tú y yo sabemos
que a veces, cuando todo pesa, hay que quitarse la ropa para darse algo de
ventaja) así que volví a dejarme los calcetines puestos, por si había que salir
corriendo con las bragas en las manos, dispuesta a gritarte dónde estaba el
resto de mi ropa.
Me quitabas
la ropa como las dudas, despacito y sin mediar palabra alguna, para joderme
otro ratito y volver con las manos vacías a casa. Me quitaste la cordura y el amor
propio, y me tensabas la cuerda de las manos. Por si volvía, o por si decidía
irme.
Me quitabas
la ropa para ponerme sobre tus penurias, donde escribías todas tus miserias y
los reflejos de los ojos de otra chica. Me dejaste el corazón roto, en otra habitación,
donde no existía el pegamento, ni las manos en las que descansaban mis miedos.
Déjate de tonterías y de habitaciones paralelas, que yo me enamoré de tus
miserias, de tus palabras a medias y de tus nudos en la garganta. De todas las
veces que me decías que todo estaba mal, y que no podíamos seguir viéndonos. De
esos ojos que no dejaban de gritar un poco de auxilio.
Quizá sea
yo, pero tus manos eran más firmes cuando recorrían mi cuerpo. Todos tus gestos
eran más dulces cuando nada se interponía entre tu infierno y el mío. Como si
quisieras quedarte para siempre y supieras que estabas donde querías estar.
Vuelvo a pedirte perdón por ser tan analítica con todo esto. Pero no por ti,
sino por mí y por todas las veces que te mando a la mierda y luego te beso
antes de atreverme a mediar palabra alguna.
Estoy
acojonada, realmente no sé qué hacer. No tengo ni idea de qué movimientos son
los que debería hacer para que las cosas me salgan bien de una puta vez. Y lo
único que pido es llegar a casa hasta los cojones del mundo y que tu sigas ahí
esperándome. Que estés ahí cuando nada tiene sentido. Que quieras complicarte
un poco la vida conmigo. Que terminemos todas nuestras peleas en polvos y que
nunca se te olvide que voy a quedarme incluso cuando quiera levantar la voz
para mandarte a la mierda.
Y que tú
sientas lo mismo. Que San Valentín nos celebre a nosotros y que cada cumpleaños
nos perdamos en cualquier parte de esta mierda de pueblo. Que no nos
felicitemos por hacernos más viejos y celebremos que ya está un poco más cerca
la muerte. O que la muerte sienta celos de las veces que he muerto por ti y tú
por que no llorase.
No me pidas
que no lo haga. No me digas que todo esto es por mi bien, y no vuelvas a ser el
gilipollas que no se acuerda de su nombre a las tres de la mañana. Que seas
feliz a medias, o que por fin sientas que no todo es una mierda cuando el día
se pone de nuestra parte. Yo prometo dejarte libre, pero no pretendas que deje
de preocuparme por tus hábitos.
No dejes que
yo sea el motivo de nada en tu vida, y mucho menos de que ella sea el motivo de
tus ojeras, o de tus manías. Ojalá pudieras verte con mis ojos, y te dieses
cuenta de que todo esto es por ti, y porque hace tiempo que mereces que alguien
te diga al oído que todo va a salir bien. Y que alguien se quede y confíe en
todo lo que sabes y te esfuerzas por saber hacer.
Que se quede
y todo vaya lento, por una vez. Que tu vida deje de ser impulsos y empiece a
bajar el ritmo. Que ya no pregunten por ti en los garitos y que dejen de
salvarte la vida cada vez que sales.
Quédate
conmigo si crees que lo merezco, porque yo también quise desaparecer para
siempre, y dime, ¿por qué no saliste a buscarme?
Yo también
quise desangrarme, y me inflé a pastillas cuando viniste a reprocharme mis
heridas.
Por eso te
pido (te exijo), que te cuides; por el hijo que no tuvimos.