jueves, 26 de noviembre de 2015

cualquier cosa menos lo que tengo que hacer


Cierro los ojos y me paro a pensar,
que me pesa el mundo entre los dedos y no tengo dónde sostener toda esta mediocridad y miseria.
Miro a mi al rededor y nadie habla. Estoy sola y esto pesa demasiado.
Así que, me paro, porque no puedo más.
De nada sirve estar ahí, sin más, cuando todo pesa igual o incluso el doble.
Me muevo. Nada cambia.
Cierro los ojos; ¿cómo lo hago?
No tengo ganas, no tengo fuerzas. Mis ojos quieren humedecerse pero aquella niña creció creyendo que eso era de inmaduros que no sabían solucionar sus problemas y, ella no quería ser una de esas. Así que, por suerte o por desgracia; no lloro.
No siento.
Recuerdo tus ojos y echo de menos tu voz. Yo, que ya creí haberte superado. La miro a ella y sé que yo nunca seré suficiente. Que nunca tendré esa sonrisa, ni sabré hacerte feliz como ella lo hacía.
Sólo seré una mediocre más buscando una salida. Cambiándose de vestido por si hay que celebrarlo. Que ya por fin la he encontrado y todo esto sólo habrá sido una pesadilla.
Pero cierro los ojos y, nada, absolutamente nada, ha cambiado.
Así que cierro los puños y aprieto los dientes. Quizá debería decirle al mundo que me rindo y tragarme este orgullo de mierda, de seguir en pie aunque me tiemblen las rodillas y hablar con la chica del espejo.
¿Yo quién soy y tú quién eres?
A quién le importa.
Quiero que me sostengan sus brazos, pero están cansados de sostener mi mundo y yo sólo los aparto cuando me quieren acariciar.
Lo siento.
Nunca he sido buena para nadie.

sábado, 7 de noviembre de 2015

nostalgia


No nos enseñaron a desconfiar de los buenos, y tampoco nos dijeron que ser buena persona no signficia portarse bien.

Quería decirte que te echo de menos, que a veces cuando miro al cielo y lo veo revuelto me acuerdo de mis días a tu lado. Que adoro los días grises aunque tú ya no me abrigues y que más tarde que temprano, aprendí a abrigarme yo sola la piel. 
Quizá ahora puedo entenderte, y créeme, no es nada fácil. Quiero decirle que no soy yo, que no se ahogue en este charco. Pero a veces necesito que me hablen de mí misma, para no olvidarme.
Supe curarme las heridas sola, a salir porque tú ya no me sacabas. A frenar y mirar más de cerca. Me diste más al irte que lo que podrías haberme dado si te hubieras quedado. Y no sé cómo agradecértelo sin besarte hasta las ganas.
Me siento tan libre que a veces necesito realidad para no salirme, yo que siempre he sido de vivir al margen para no torcerme; ahora ya me da igual.
He aprendido que la vida es eso, el momento, y los planes de futuro son sólo para cobardes. Que el pasado enseña más que recrimina, y que el tiempo, a veces amigo del hombre, todo lo deja atrás.
Debí darte las manos. Calmar esta ansiedad. Contarte que he juntado los extremos, que he cerrado los ciclos. Que he aprendido a ser, a secas.
Que me encanta verme desnuda, y desnudarme para mí aunque ya no sean tus manos las que me toquen. Aunque ya no sean tus ojos los que me desnuden, y persistan otras voces intentando conocerme. Cuéntales que todo eso es imposible, que la vida es desconocerse. Ternerlo todo menos claro, aunque lo tengas, y dejarlo en reserva para cuando venga el mono.
Discúlpame si alguna vez te hice sentir culpable. Que no te lloré a ti, más bien a mis expectativas, y es una lástima que no las cumplieras. 
Te habría hecho tan feliz entre mis manos, que a veces siento lástima por ti. Pero aún así, te quiero.

A veces hablo con la luna porque siempre me acompaña en cada insomnio, y contando el gotelé del techo le explico que no todos los caminos conducen a Roma. Y todos hablan de sus ruinas.
Pero nadie sabe que aún en ruinas, sigue siendo bonita. Hablo de mi madre.
Y aunque la luna no me entienda, yo sé que lobo siempre fue más de los míos. De enseñar los dientes y aullarle a la nostalgia. Por qué tú y por qué yo.
De viajar en solitario, a tientas de que podría volver a encontrarme con tus ojos y perderme. Justo ahora que acabo de encontrarme y no me disgusta lo que veo.
La vida es tan caprichosa, que me parece una mierda no creer en el destino. Que tú y yo teníamos que encontrarnos en el sitio menos pensado después de tanto tiempo y que haya sucedido porque mis planes se hayan jodido de antemano. Que de haber cogido otro camino ya te habrías olvidado de mis manos. Y qué bonito fue perderme en un instante en tu sonrisa.
No quiero volver a mentirme,
que he aprendido a salir porque tú ya no me sacas. Que ahora gasto mi dinero en otras cosas, que he dejado los vicios y, a quién pretendo engañar.
Está bien: sigo en esa mierda.
Me flipa como todo se derrumba y a nadie parece importarle. Ahora canto para no oírme, para desinhibirme de todo este drama. Acariciando mis muñecas para no cortarlas.
Que sigo queriendo ser la chica de tu baile. La del jazz a las doce de la noche.

Me pregunto en dónde estarás,
quién te besará ahora las heridas
si lo hace con la misma ternura que yo.
Si has encontrado tu camino, si sigues en la línea de torcerte por las noches.
Yo sigo queriendo ser a medias en tu colchón. Ver amanecer Madrid con tu culo en mi cama, y que le jodan al despertador.

Dejar de ser la chica triste, que ya aburre.
Encontrar al hombre que no huya de mí y escabullirme por la puerta de atrás.
No estoy hecha para estos trotes.
Quiéreme por encima de tus posibilidades, que ya sabes que para follar, a mí, no me gana nadie.
Sigo siendo la chica de las poesías a medias, por eso de que se desangra a media línea. Fumando en la terraza de cualquier sitio de mierda.

Sácame a bailar,
baila para mí en la oscuridad.