martes, 29 de septiembre de 2015

Cuando escriben los poetas.



Hablan los poetas de los corazones rotos, los vasos vacíos y sucios de algún bar en donde nadie se mira a los ojos y vacían sus almas en pequeños frascos de cristal. Hablan los poetas sobre la luz de la luna, cuando está llena, y ya no parece tan pequeña ni tan frágil, de como las estrellas se quejan de su soledad infinita, que ya ni existen.
Hablan los poetas de lugares, como si fueran inmensos y no acabasen. Como si fuese infinita su belleza, como si el hombre nunca fuera a destrozarla, como lo hace con todo.
Escriben, los poetas escriben y callan.
Porque el silencio también es poesía y a veces dice más que mil palabras juntas. Escriben porque saben que alguien escucha, y nadie quiere ser juzgado de loco cuando hablan de unos ojos que no han visto nunca.
Hablan de las botellas vacías, de los colchones abandonados en alguna esquina, de las jeringuillas de los parques donde la vida pasa rápido e ignora. Porque a nadie le importa si no la sigues el ritmo.
¿Y a los poetas? ¿Quiénes les escriben?
Quiénes hablan de sus ojeras inmensas por un amor que no redime y que ya no existe, pero perdura en la memoria porque los poetas no olvidan... porque olvidar es antipoético. Los poetas rompen sus poemas pero siguen estando en su cabeza. Quiénes hablan de sus ceniceros llenos de cenizas, de su vaso lleno de whisky y sus miles de libros apilados en la estantería, y en los muebles. Quiénes lloran por los poetas, si éstos no lo hacen. Quién les dice que todo va a ir jodidamente mal, pero que no están solos. Si los poetas aman la soledad y añoran el calor de un abrazo sincero. Quién entiende a los poetas que se contradicen una y otra vez por un poco de cordura que en realidad ni quieren.
Los poetas escriben, hablan de la vida que pasa desapercibida en los ojos de un cualquiera que no sabe pararse a ver, en vez de a mirar. Hacen que el tiempo cobre sentido fuera de las agujas del reloj.
Los poetas dan sentido a nuestras vidas, mientras la suya carece de él.
Unos ojos que no llegan para redimir sus almas en pena.
Y entonces; silencio.


Silencio,
los poetas están escribiendo
así que cierra la maldita boca.

domingo, 20 de septiembre de 2015

ognimod



Cuando el mundo agoniza,
yo escucho su risa
y me calma.
Supe curarme las heridas sola,
a lamer los arañazos del corazón
y evitar desangrarme entre otras manos.
No me pidas imposibles cuando cae la noche, que ya sabes que me llaman tristeza y mi vida depende de abrazarla a ella.
Pídele a tus miedos que desaparezcan, no te preocupes si ver a mis demonios es un problema, que sé como esconderlos para que mis manos acaricien ésta vez.
Pero no me pidas que me aleje de mi infierno, porque allí siempre seré yo, y lo de un tú que promete y abraza mis heridas, acaba yéndose por echarse todo mi peso encima. Y qué le voy a hacer, si yo nunca le pedí a nadie que cambiase lo que soy.
Quiéreme con todo lo que eso conlleva.
Que yo ya analicé cada detalle, cada gesto y cada cicatriz para saber dónde duele y nunca acercarme.
De eso se trata quererse, de saber dónde derrumbar a alguien y sólo acercarse para besarse.
Mírame, puedo hundirte en lo más hondo y sin embargo te estoy manteniendo a flote.
Ódiame porque soy un desastre y destrozo todo lo que toco; porque adoro como se siente cuando me echas la bronca por ser insoportable pero te quedas ahí, esperando por que baje la guardia para acercarte y hacerme débil otra vez entre tus brazos.
Que nunca antes alguien ha sabido derretirme cuando me convierto en hielo. Y sin embargo, tú, no haces otra cosa.
Quizá la respuesta sea no preguntarse el por qué, pero si hay una razón por la cuál apareciste en mi vida para ponerla patas arriba y hacerla gemir, no voy a quedarme quieta hasta averiguarlo.
Voy a estar ahí.
Después de tanto tiempo, al fin, voy a ser.

martes, 8 de septiembre de 2015

love u mama.


Lo noto romperse,
caer en pedazos
como se esfuma un suspiro
o un beso en la parada del bus.

Noto como se lleva todo por delante
desquebrajando mi alma
y me pregunto: «¿cuánto?»
¿Qué importará eso ahora?

Miro el reloj,
tic-tac,
tic-tac.
Todo parece ser como siempre,
pero no es así,
sus ojos empiezan a humedecerse...
aún no.

Mantengo la calma,
pero ya se ha ido
sólo me quedan los demonios
apretando el pecho: «hola, ansiedad»
y sólo lo ha conseguido con una sola palabra.
Increíble.

Excusas,
excusas grises y frías
miradas tristes
un adiós que no se dice
por miedo a escucharlo
de sus labios, o de los míos.

Y,
lo noto,
la sensación del pecho
de sentir
debe de ser un milagro
pero duele, como un puñal
otro más
y sangra.

Adiós,
y un beso por mejilla
un abrazo de compasión por nuestras almas.
Y luego,
«silencio».

De eso se trata,
de fingir estar cuerdo
en un mundo de locos
y ahora lo comprendo todo.

Toda una vida, en un suspiro, adiós.


jueves, 3 de septiembre de 2015

nal.



Sentí vértigos.
Abrió un agujero en mi pecho por dónde se veían ángeles llorando. Le dijo a mis sueños que no eran reales y éstos acabaron por abandonarme, también, como cualquier cosa que sucede en mi vida. Dejando otro agujero, donde yo guardaba la alegría.
Luego, los pájaros dejaron de cantar en mi ventana. El cielo se volvió gris, todas las luces apagadas junto a la llama que alguna vez tuve. Junto a la sonrisa que dejé de ponerme.
La de verdad, quiero decir.
En esta vida hay dos tipos de personas: las románticas y las realistas.
Las realistas guardan el rostro de otra cara bonita, mientras que las románticas creen que Dios la ha puesto ahí para ti. Pero Dios no existe y los realistas follan más.
¿Y el punto medio? Había un filósofo, no recuerdo cuál, que dijo que el secreto de la felicidad era el punto medio. Sin pasarse pero tampoco sin llegar. Justo en el medio. Y yo siempre me pasaba de la raya, nunca mejor dicho.
Nunca encontré el equilibrio y, ¿cómo hacerlo con todo este desorden en el coco?
Yo le decía que era arte. Quizá para aliviar un poco el dolor que sentía, y lo convertía en un par de líneas torcidas en un cuaderno que sólo yo sabía que existía. Ahora ya no.
Siempre fui el bicho raro y eso escocía un poco en las miradas que tenía que soportar cada día. Un poco cínica. Algo promiscua, quizá.
Yo prefería seguir llamándolo arte.
Lo demás, ¿qué importa?
Mi problema fue que creí que tú podías curarme, y sólo yo puedo hacer eso.
Contigo me siento un poco menos cínica. Y olvido que todo esto me supera con creces. Haces que me sienta comprendida en un mundo de mierda en el que yo nunca elegí estar. Quizá es eso, que yo no pedí nada y me encontré con todo a solas.
Perdóname si a veces me paso de triste.
Quédate, por salud.