domingo, 16 de abril de 2017



Alcé la vista un instante.
Me ahogaba la pena,
decía que todo iba a ir bien mientras preparaba la soga.
No importa, confío en ti.
Caminé durante horas sin saber muy bien a dónde.
Acabé mi paquete de cigarrillos en apenas diez calles.
Madrid acunaba mi desastre y el cielo comprendió que debía lloverme.
Tres pasos más a la derecha, entré a un bar que parecía tranquilo. Pedí una cerveza y me senté en la barra, dejé el abrigo sobre mis rodillas y mecía mis pies en el taburete.
El vestido negro empezaba a sobrarme.