jueves, 27 de agosto de 2015

XXVIII


Quizá sea demasiado pronto, o quizá sea demasiado tarde para escribirle a algo que ni siquiera existe. O quizá solo quiera adornar las noches que, por culpa de eso que dicen de que la adolescencia es eterna mientras dura, tengo que soportar cada noche.
Bueno, quizá sólo sea eso. Que no sé qué decir. Que el frío también quema y pocas manos han sabido hacerme derretir entre sus dedos. El hielo siempre se hace desde otro estado del que depende, por el contrario jamás podría existir. Quiero decir que hay corazas muy mal hechas a veces, precisamente para que sean derruidas. O para que salir de ellas no duela tanto como lo fue entrar dentro.
Y quizá esto no le importe una mierda a nadie nunca y sea cierto eso que dicen de que los artistas tienen demasiada mierda en el coco como para dormir por las noches, aunque tu sudor siga oliendo a sexo y tu cabeza haya dejado de pensar en qué, ni cómo, ni cuándo.
He de confesar que da miedo sentirse muerta tanto tiempo por dentro y que, de repente, haya una chispa de vida y que, joder, para morir siempre hay tiempo.
Bueno, siempre he sido fan de esta frase: "No tengas pena de los muertos, sino de los vivos. Y sobre todo de aquellos que viven sin amor". Y sin embargo me he pasado la vida diciéndole adiós a personas jodidamente bonitas en mi vida. Porque yo me convertí en odio.
¿Sabéis eso que dicen de que amor y tristeza están relacionados? Que si no te hace sufrir, tampoco puede hacerte feliz y qué jodidamente sencillo parece a veces romperse en pedazos y que a nadie le importe una mierda lo frágil que tienen el alma. Nadie escucha jamás los cristales rotos.
Puede que tengan razón y que a veces lo eterno sea efímero, pero dure siempre en la memoria y que envejecer al fin y al cabo sólo sea acumular recuerdos que sólo los poetas y los locos saben dejar no sólo en su memoria donde tarde o temprano morirá.
Y qué bonito es a veces escuchar a Leonard Cohen. Y qué vulnerable se siente mi pequeña guerrera a veces.
¿Cómo fiarse de alguien que te ha fallado tantas veces? Quiero decir que, ¿cómo fiarme de mí?
Puede que quizá haya querido frenar un poco, pararme a ver en vez de mirar. Dejar de buscar y encontrar. Pequeños detalles que no podía ver a la velocidad en la que mis pensamientos cruzaban por mi mente y que eso de las voces es normal a veces. Las mías. Cállate.
Puede  que me guste que sea un capullo cuando me mira y no ve nada, no importa, aún tengo el alma reparándose, no te preocupes. Quizá algún día te abrace y no solo sostengas mi cuerpo. Rélajate y disfruta.
Todo esto es cosa mía.
Y no me importaría amanecer contigo en una cama de 90 donde no quepan mis ganas con las tuyas. Que me beses y de vez en cuando digas cosas absurdas, como que me quieres y me folles un ratito antes de la despedida.
Descubrir cada rincón de tus memorias será mi nuevo hobbie por ahora.
Habrá que aprovecharse de que hay miedos que a veces se me olvidan cuando veo tu sonrisa y habrá que callar un poco a los demonios que no me dejan disfrutar de la caída.

He dejado de ser luna y me siento un poco más loba. Quizá por eso de la luz y de que ya no rozo el cielo tantas veces al día pero sí que le aullo a mis ganas de tener cerca a gente que se me fue allí arriba.
Podríamos ser un poco más humanos pero a veces se me olvida que esto ya no existe y que, joder, a ver si desaparece.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Tristessa.


Si existe alguien ahí arriba, se debe estar mofando mucho. Lo circunstancial, a veces, lleva consigo los reproches. Ten cuidao con lo que pides, que puede cumplirse.
Es probable que me pase de la raya a veces, que me pongo en un extremo y al segundo en el otro. No me lo tengas en cuenta; es esta cabezita loca, que nunca sabe lo que quiere.
¿Qué habría sido de mí contigo? No sabes cuánto me alegro de haberme ido.
A destiempo, como siempre. Pero joder, qué alivio. He estado a punto de perderme esto y es que, resulta, que no os necesito.
Esto es algo así como los colores, que reflejan todos menos el que tú ves.
Una ilusión óptica.
Jamás sabréis cuál soy yo, ni por qué muerdo mi boca cuando falta media hora para que baje del tren.
Sufro más de la cuenta, me echo el peso encima de cosas que no me corresponden. Hago del granito la montaña entera y espero a que alguien la derribe o algo. Demasiado débil o demasiado vaga.
Por eso te doy las gracias, por ser así como tú eres. Por ser ligero y recordarme que alguna vez, yo también lo fui.
Estoy en ese momento de mi vida en el cuál nada me pertenece. No sé quién soy, no sé a dónde voy ni sé dónde quedarme. De momento todos mis recuerdos arden. Gritan. Sé lo que fui y de dónde vengo, pero, ¿a quién le importa eso? ¿qué más da si sufrí en el pasado? ¿Acaso vas tú a preguntarme?
Hay heridas que es mejor dejar de lado, si cicatriza o no le echaré la culpa el tiempo, que se supone que todo lo cura.
Y sí, es una locura esto que siento.
Se me hace difícil no sentir tanto asco.
Puede que me vuelva a dar miedo todo de golpe. Pero nunca sabréis lo que estos ojitos esconden.

sábado, 15 de agosto de 2015

bye bye, fuck you


Decir adiós a tanto y a tan poco. Despedirse de un lugar donde has sido infeliz la mayor parte del tiempo, y que sepas que vas a echarlo de menos.
No estoy hecha para las despedidas. Por eso desaparezco en silencio y las voces llaman a lo lejos. Las mías, siempre, y nunca las de nadie.
No estoy hecha para muchas cosas en esta vida. Eso lo asumí ya. Después de tanta mierda, ya no recuerdo con certeza cuál de ellas me hizo asumirlo de una puta vez. Aunque siga dándome la hostia contra el muro. Contra el mío.
Quizá es eso, que no sé tirarlo y no hay Romeo que escale por verme.
Prefiero un hijo de puta que los destruya y además folle de puta madre.
Quiero decir que, la vida me sienta mal. No me salen las cuentas de por cada cosa buena, ¿a quién pretendo engañar? Nunca es lo suficientemente bueno como para olvidar una vida de daño, psicológico, que duele más.
Estar solo contigo mismo es acojonante. Y no de divertido. Aprendes de ti mismo y chicos, hay cosas que nunca deberíamos descubrir de nosotros mismos porque luego te acompañan las voces y los remordimientos.
Despedirse de nadie, como siempre. Porque nunca dejo nada atrás, más que recuerdos y el peso a la espalda.
Nunca conservo nada y ya no sé si me largo yo o me dejan marchar ellos. El caso es que no verán mis lágrimas porque no las tengo.
Es otra de las cosas de vivir en este coco. Llorar es un privilegio que poco me puedo permitir. Y cuando sucede, es peor que la mañana siguiente de speed. La cabeza palpita y la vida te pesa más de la cuenta. Dolor, resaca; por así decirlo. Así que, si llorar es bueno, con esas consecuencias. Drogarse debe de ser la hostia para el cuerpo por eso de que además te deja dejar de ser un rato.
No sé, ¿despedirse de qué?
¿A alguien le importa?
Jamás hablarán de mí en la comida.
Ni me sacarán al baile. Ni podré dejar al cachas por el chico tímido y triste de la clase.
Creo que quizá la vida es una despedida constante y que, sin ir más lejos, hoy he tenido que despedirme de mi gato. Y hay más amor hacía ella que hacía nadie. Se me ha vuelto a romper otro cachito del pecho. Y confieso que he dejado caer algunas lágrimas.
No se me da bien muchas cosas en la vida, ni tampoco me gusta.
La verdad, no sé que pinto aquí.

jueves, 6 de agosto de 2015

sadness


Cerrar los ciclos no es tan fácil.
O quizá soy yo, que me paso la vida buscando soluciones a problemas que todavía no han llegado. Como a qué sabrán tus besos por la mañana, ni si me seguirás queriendo al día siguiente.

Ser una chica triste no es tan bonito ni tan poético como lo pintan. Sobre todo cuando nadie te escribe, ni escribe sobre tus ojos tristes cada día al despertar y cada noche al cerrar los malditos ojos.
No es divertido. Siempre andas de mal humor por eso de que nunca se sabe cuando algo o alguien puede venir a darte una hostia en la sonrisa. Y subir sólo implica bajar. Y mantenerse estable parece más seguro que volver a caer. Más hondo. Créeme, siempre hay más.
Y cuando el corazón te pide un poco de tregua, la cabeza te quiere estallar continuamente.
No, no lo hagas.
Y cuando crees que él puede calmar tus incendios; echa leña al fuego. Y, eh, quieto. Que no tengo el corazón para estos trotes, si es que alguna vez lo he tenido.
Ser una chica triste es, como podéis deducir, jodidamente triste.
Todo te parece insuficiente. Todo tu alrededor se convierte en nada. Y todo el que quiere ser alguien, en nadie.
Todo es insignificante. Y no es que las cosas puedan ser mejor, para nada.
Es que un día lo fueron. Un día sonreías sin miedo. Un día sentiste amor. Un día algo fue todo.
Y de repente: nada.

¿Sabes cómo se siente despertar y saber que, aún estando aquí, ya no existes?
Lo que un día fuiste, se largó. Se esfumó y en su lugar un montón de nada que pesa y te hunde hasta el fondo. Cada vez más y más hondo.
Es difícil explicar cómo se siente.
Como un día ya no eres. Sólo estás.
Y nada, absolutamente nada te importa una mierda.

Y sí, es cierto eso que dicen: que de algo hay que morir. Y que, para cuando ya te sientes muerta por dentro. Justo en ese momento, te da igual de qué, cómo y cuándo.
Y sí, haces cosas que probablemente, de haber seguido siendo lo que eras, jamás habrías hecho.
Y para cuando te has acostumbrado a la vida: ya es demasiado tarde.

Quizá sea eso; que ya he tocado fondo.
Que los ciclos se hacen bucle y el fondo vuelve a ser principio. Y nunca hay fin.
Que ya jamás será como antes.
Que tus sueños se ven muy lejos y demasiado rotos. Que ya da igual.

Y ese,
ese es el problema de ser un triste:
da igual.

Y eso, a nadie le importa.

lunes, 3 de agosto de 2015

contritum vitae


A veces la vida te pone las cosas en las narices y tú no las debes coger. Es una puta trampa. Y esta humanidad una puta avaricia. Déjalo ahí. Párate a mirar. ¿Merece la pena? en vez de, LO HE VISTO PRIMERO.
En serio, a veces la vida se pasa de zorra y te pone las cosas adrede y joder, ninguna es buena. Ninguna te da tregua, y yo quiero descansar de toda la puta vida igual. Da igual si la acaricias porque ella sentirá arañazos.
Yo te quise y no fui correspondida. Ahora no te atrevas a pedirme nada. Te odio. No me gustas. Nunca elegí estar contigo y, sin embargo, no nos queda otra. Bien, pues pasa de mí. Como yo lo hagode ti. No quiero nada tuyo.
A veces intento ceder... preguntarle cómo está hoy, decirle que me llueva un poco, que también me cansa tanta luz. Que necesito oscuridad para ser yo misma y que me gusta más cuando es fría y se hace de rogar. Que me obliga a llevar capucha y a ser triste en armonía y no en esta puta jungla llena de personas vacías que no me importan una mierda.
En serio, nadie te ha pedido nada. Déjalo ya. Déjame ya.
Deja de poner cosas y deja de quitarlas.
Me gustabas más cuando eras solitaria y toda esta escoria no te gobernaba.
A veces pienso que no estoy hecha para ti, vida. Y cada día me lo confirmas un poquito más.
Ya sé que tú tampoco me quieres, así que dime; ¿ahora qué?