jueves, 28 de abril de 2016

Kala.


Una vez supe amar.
Supe mirar a los ojos y no verme reflejada.
Una vez no impuse mi presencia,
 sólo me quedé ahí observando sus grandes ojos azules
que acudían a mí en busca de cariño y luego, sin más; se largaban.
Dejándome con la sonrisa a medias y las yemas repletas de caricias incompletas.
Una vez amé,
 y sus manos eran garras.
Mordía y luego besaba.
Te daba tregua y luego volvía con más fuerza.
Una vez amé tanto, que me daba igual ser despertada a las siete de la mañana,
aún habiendo llegado a casa a las seis y media con los efectos del speed desvaneciéndose.
Incluso, lo intuía y antes de poder despertarme, yo ya estaba acariciando su pelo.
Amé.
Y sé que fue amor verdadero porque aún permanece en mi recuerdo.
Porque sin saberlo, deseo lo mejor para su vida, aunque sea lejos de la mía.
Amé y fue horrible.
Las noches en vela por su culpa,
las tardes tumbadas en el sofá viendo películas.
Los canutos a medias dónde yo expulsaba el humo y ella lo atrapaba.
Amé como se aman los locos,
con prisas pero intenso.

Así que la dejé marchar
para ser libre
y derramé lágrimas
de rabia
o de tristeza
al saber que,
más tarde que temprano,
ella acabaría por olvidarme.

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